Carta a los Hebreos 12, 1-4
Innumerables son estos testigos que nos envuelven como una nube. Depongamos, pues, toda carga inútil, y en especial las amarras del pecado, para correr hasta el final la prueba que nos espera, fijos los ojos en Jesús, que organiza esta carrera de la fe y la premia al final. Él escogió la cruz en vez de la felicidad que se le ofrecía; no tuvo miedo a la humillación, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Piensen en Jesús, que sufrió tantas contradicciones de parte de gente mala, y no les faltarán las fuerzas y el ánimo. Ustedes se enfrentan con el mal; pero todavía no han tenido que resistir hasta la sangre.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Innumerables son estos testigos que nos envuelven como una nube. Depongamos, pues, toda carga inútil, y en especial las amarras del pecado, para correr hasta el final la prueba que nos espera, fijos los ojos en Jesús, que organiza esta carrera de la fe y la premia al final. Él escogió la cruz en vez de la felicidad que se le ofrecía; no tuvo miedo a la humillación, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Piensen en Jesús, que sufrió tantas contradicciones de parte de gente mala, y no les faltarán las fuerzas y el ánimo. Ustedes se enfrentan con el mal; pero todavía no han tenido que resistir hasta la sangre.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Esta lectura me indica que, en mi oración, no estoy sola(o), sino que rodeado de una nube de testigos, los que incluyen a mis parientes, familia, maestros, amigos y también los importantes y famosos. No estoy en un sillón, sino que en una carrera, avanzando, usando mi fortaleza, perseverando. Si encuentro obstáculos y frustaciones, puedo mirar a Jesús, quien enfrentó y superó obstáculos muchísimo peores.
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