El capellán general del Hogar de Cristo, Padre Agustín Moreira, S.J., nos habla de “Comunidad de Organizaciones Solidarias”, una iniciativa basada en la figura del Padre Hurtado y que busca empapar al país de su espíritu de amor al prójimo.
El 1 de agosto, con motivo de la celebración del mes de la solidaridad, se realizó en el Castillo Hidalgo –en el centro de la ciudad de Santiago–, el lanzamiento público de “Comunidad de Organizaciones Solidarias”. Se trata de la agrupación de 60 fundaciones u organizaciones sociales que al constituir una “comunidad”, busca una colaboración interna que sea más consistente y profunda en la línea de contribuir hacia la construcción de una cultura de auténtica solidaridad.
Quienes formamos parte de esta “comunidad” estamos convencidos que hemos heredado un país noble y bueno, pero a su vez, creemos que siendo nuestra gente lo mejor de la patria, podemos dar más de nosotros mismos y comprometernos en forma mucho más sistemática y permanente en la construcción del país que nos merecemos, haciendo de la solidaridad el valor que empape y trasunte todas nuestras relaciones humanas; en la familia, el trabajo, el deporte, con los vecinos, los pobres e indigentes, con el medio ambiente…
Hace algunos años, el parlamento chileno decretó que el día 18 de agosto, fecha en que murió el Padre Alberto Hurtado, debía celebrarse el día nacional de la solidaridad, para así expresar la gratitud del pueblo a quien supo hacer de su vida una entrega y llamado permanente a construir una sociedad solidaria. Hay quienes han elevado la persona del P. Hurtado a la categoría de “Padre de la Patria”, por su contundente contribución a hacer de Chile un país más fraterno. No es de extrañar, por tanto, que el decreto parlamentario del 18 de agosto haya tenido un impacto en todo el mes, como el mes de la solidaridad. Este mes suele concentrar un elevado número de actividades que buscan despertar la conciencia –algo adormecida de los chilenos– respecto de la importancia de hacer de la solidaridad una actitud de vida.
Suele ser una pregunta periodística recurrente en agosto, si los chilenos somos o no solidarios. Un estudio reciente realizado por Adimark, que aún no ha sido difundido y que indaga acerca del nivel de compromiso solidario de los chilenos, reveló que en general los chilenos nos consideramos solidarios, pero al profundizar en qué acciones concretas se traduce este valor, se constató que nuestra solidaridad se reduce a la contribución monetaria en algunas campañas masivas y el desprenderse de ropa y víveres ante catástrofes naturales. Sin pretender darle el carácter de verdad absoluta al estudio citado y a su vez, sin desmerecer la contribución genuina, generosa y significativa, que muchos compatriotas realizan a cada instante por vivir el valor cristiano del amor al prójimo como uno que empape todo su obrar, creemos que hay muchísimo por hacer y tenemos mucho que crecer para que nuestra cultura sea en verdad, solidaria.
Ahora bien, no debe reducirse el valor de la solidaridad al mero plano material; hay muchas acciones auténticamente solidarias que no están marcadas por la entrega de algún bien material y, sin embargo, son profundamente valoradas y fundamentales para una convivencia fraterna. Pienso, por ejemplo, en la mujer que deja de golpear a sus hijos, habiendo sido ella golpeada cuando niña, tras descubrir que en el jardín al que lleva a su hija las tías no la golpean. Pienso en el deterioro de la autoestima y el enorme sufrimiento que produce la discriminación de la cual son objeto personas que viven en campamentos u algunas poblaciones altamente estigmatizadas. Superar los prejuicios que subyacen una actitud discriminatoria no cuesta dinero y significa un cambio de actitud que es causal de uno de los sufrimientos más destructivos que afecta a los más pobres.
Pienso en nuestra exigua amabilidad al conducir, la agresividad de nuestras respuestas ante la menor provocación, la pereza para ceder el asiento a mayores…Quienes hemos decidido agruparnos en esta “Comunidad de Organizaciones Solidarias” estamos firmemente convencidos que el fomentar el desarrollo de una cultura solidaria puede no sólo ser un contrapeso al fuerte individualismo y la excesiva competencia que a menudo nos deshumaniza, sino que puede ayudarnos a vivir los valores más nobles y tan necesarios de una convivencia pacífica y fraterna que anhelamos y nos merecemos.
A este ideal nos impulsa San Alberto Hurtado, Padre de la patria.
P. Agustín Moreira, S.J.
Capellán General
Hogar de Cristo
De Jesuitas Chile
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