Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás». María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios."
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Señor, tu madre, María, conoció la angustia y el dolor, así como la alegría y la plenitud. Ella es la madre a la que todos volvemos en momentos difíciles, como expresa el "Himno antes de la Acción" de Kipling:
"Oh, María, atravesada por el dolor,/ recuerda, alcanza y guarda/ el alma que llega con la mañana,/ frente al Dios que la regala!
Como todos los nacidos de mujer,/ a cada uno en extrema necesidad,/ verdadera amiga y defensora,/ Madona, intercede por nosotros!
De Espacio Sagrado
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