Un día, estando Jesús en Galilea con los apóstoles, les dijo: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y le matarán. Pero resucitará al tercer día». Ellos se pusieron muy tristes. Al volver a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los que cobran el impuesto para el Templo. Le preguntaron: «El maestro de ustedes, ¿no paga el impuesto?» Pedro respondió: «Claro que sí». Y se fue a casa. Cuando entraba, se anticipó Jesús y le dijo: «Dame tu parecer, Simón. ¿Quiénes son los que pagan impuestos o tributos a los reyes de la tierra: sus hijos o los que no son de la familia?» Pedro contestó: «Los que no son de la familia». Y Jesús le dijo: «Entonces los hijos no pagan. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, vete a la playa y echa el anzuelo. Al primer pez que pesques ábrele la boca, y hallarás en ella una moneda de plata. Tómala y paga por mí y por ti».
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
No es una pregunta amistosa, Señor: "¿cumples con el pago de tus impuestos?".
En tu respuesta citas el privilegio de los niños en la casa de sus padres, indicando que el Hijo de Dios no tiene obligaciones de impuestos.
Pero señalas a la vez, más allá de esa excepción, en una forma que me sorprende:
"No importan mis derechos. No deseo causar escándalo, ofender innecesariamente, ser un tropiezo para otros. Yo pago mis impuestos."
De Espacio Sagrado
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