Todos sabemos sobre las familias. Hay una gran variedad de ellas, y cada uno de nosotros hemos tenido experiencias buenas y malas.
El mejor retrato de una familia en los Evangelios, nos muestra a un padre (y Jesús se refiere a Dios) que fué desobedecido; un hijo menor que se prodigó y derrochó su patrimonio y reputación, y un hijo mayor, tan celoso de su hermano, que no quiso asistir a la fiesta de bienvenida.
Dios conoce bien a las familias en problemas; no representan casos aislados.
Podemos soñar con una familia ideal, con hijos obedientes, inteligentes y alegres, que acompañan a sus padres a la iglesia dominical; les va bien en sus estudios, compiten en deportes comunitarios y visitan a sus abuelos.
Quizás necesitamos alejarnos de esos retratos color de rosa.
No existen los padres e hijos perfectos;
Dios no es quien entrega los premios en una graduación, sino que es el que nos ayuda a reconocer nuestra necesidad de ayuda, y a saber aceptar las bendiciones que recibimos.
De Espacio Sagrado
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