Inmediatamente después Jesús obligó a sus discípulos a que se embarcaran; debían llegar antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Jesús, pues, despidió a la gente, y luego subió al cerro para orar a solas. Cayó la noche, y él seguía allí solo. La barca en tanto estaba ya muy lejos de tierra, y las olas le pegaban duramente, pues soplaba el viento en contra. Antes del amanecer, Jesús vino hacia ellos caminando sobre el mar. Al verlo caminando sobre el mar, se asustaron y exclamaron: «¡Es un fantasma!» Y por el miedo se pusieron a gritar. En seguida Jesús les dijo: «Animo, no teman, que soy yo».
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Estamos remando con fuerza, y el viento sopla sin parar.
Si dejamos de remar, retrocedemos;
mientras las tablas del bote crujen,
nos sentimos agotados y desesperados.
En estos momentos es cuando más te necesito, Señor.
Sólo con sentir tu presencia me fortaleces:
"Ánimo, no teman, que soy yo"
De Espacio Sagrado
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