Hoy, 18 de mayo, la Iglesia conmemora el nacimiento para el cielo de la BEATA BLANDINA MERTEN (María Magdalena, nombre de familia) en el aniversario de su santa muerte ocurrida en un día como hoy de 1918 en Trier, Alemania, a la edad de 34 años. Nacida en el año 1883 en Duppenweiler de Saarland, en Alemania, fue religiosa de la congregación de Santa Ursula. El Papa Juan Pablo II en el año 1987 le dio el honor de los altares declarándola BEATA. Unidos a esta congregación y a la iglesia de Alemania, brindemos nuestro vivo aplauso a la Beata Blandina Merten.
Meditación
QUERIDA BLANDINA: vemos en ti a la religiosa que supo unir admirablemente la actividad de profesora con una profunda vida contemplativa. El título de maestra lo recibes en el Instituto Magisterial de Marienau. Inmediatamente empiezas a ejercer tu carrera de profesora enseñando en diversas escuelas de Treveris. Muy pronto las niñas y adolescentes fueron descubriendo en ti un trato exquisito, gran delicadeza y unción magisterial, lo que despertó en ellas un cariño muy especial hacia ti. Entre los niños, te sentías especialmente atraída por los pobres, a quienes no solo instruías, sino que vestías y alimentabas. Así, la escuela se convirtió en tu campo de apostolado. A las alumnas las orientabas hacia la devoción a la eucaristía, a la pasión del Señor y la Santísima Virgen. Después de algunos años de profesora, te sentiste motivada a dar un paso más en tu entrega a Dios. Ingresas a la Congregación de las Ursulinas y, con la aprobación del jesuita P. Merk, tu espiritual, haces un cuarto voto: el de ser víctima. Eres enviada a la escuela de Saarbrucken, y es aquí en donde empiezan a aparecer los primeros síntomas de la enfermedad que te llevará a la santidad: la tuberculosis. Tienes que volver a Tréveris, en donde, a pesar de la enfermedad, continúas siendo profesora y, al mismo tiempo, te haces cargo de otras tareas extraordinarias. Pero tu enfermedad no se detuvo sino que te obligó a recluirte en la enfermería. Aquí comprendiste que Dios te pedía otro apostolado además del educativo: el del sufrimiento. Tu habitación en la enfermería quedaba junto a la capilla, por lo que tu, con aire jocoso, decías: "Jesús y yo somos vecinos". Nunca te lamentabas y, al mismo tiempo, nunca faltaba en ti una sonrisa. Cuando faltaban pocos meses para la partida definitiva, a todos les anunciaste "una alegre noticia". Después de tu muerte, tu fama de santidad se extendió rápidamente y los milagros empezaron a ser muy frecuentes. Querida Blandina, nunca olvidaremos tu sonrisa.
Radio Vaticano
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