"Un signo luminoso de la belleza de Cristo", que "en varias y sorprendentes formas", da "vitalidad, fe y esperanza a toda la Iglesia".
Con estas palabras Benedicto XVI ha definido a los movimientos eclesiales y a las nuevas comunidades, al recibir en el Vaticano a los participantes al seminario para obispos organizados por el Consejo Pontificio para los Laicos.
El pontífice ha invitado a los obispos a "ayudar a los movimientos con mucho amor", sin impresiones superficiales ni "juicios reductivos".
Éstos, en efecto, representan "una de las novedades más importantes suscitadas por el Espíritu Santo en la Iglesia para la realización del Concilio Vaticano II". Un signo de alegría y belleza que Pablo VI y Juan Pablo II supieron acoger y discernir.
"Quien está llamado a un servicio de liderazgo - ha exhortado el Papa - no pude pretender señorear sobre los carismas, y debe resistir a la tentación de uniformar lo que el Espíritu Santo ha querido multiforme para la edificación y la dilatación del único Cuerpo de Cristo".
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