Los Evangelios no ofrecen consejos sobre problemas familiares, pero podemos recoger algunas pistas. En el padre del Hijo Pródigo tenemos el modelo que Jesús nos presenta: no es sobreprotector; entrega a su hijo la libertad para seguir sus sueños (en vez de los sueños de sus padres), para tomar riesgos y para equivocarse. Está presente al lado de su hijo cuando ha hecho el ridículo o a traído la vergüenza a su familia. Asume los celos y el enojo de su hijo mayor; pero no cede ante él. Demuestra lo que significa ser hombre: ahí cuando se le necesita, fiel a su esposa e hijos; capaz de una responsabilidad para toda la vida; provee, perdona, es paciente y sabe que los hijos pueden aprender de sus errores.
No se culpa a sí mismo. Cuando el hijo se desahoga con confesiones ensayadas ("He pecado contra el cielo. No soy digno de llamarme tu hijo" - Lucas 15:21), el padre no les presta atención; sólo lo bendice y lo sana. Los hijos se alejan de los padres que se culpan de las fallas de sus hijos. No les gusta ser obligados a sentirse desilusionados de los que aman; tampoco que ellos se sientan culpables por sucesos de los que no tuvieron parte. Pero jamás se alejan de los padres que, sin preocuparse por lo que haya podido suceder, están siempre listos para recibirlos con un abrazo, y matar el ternero cebado.
Espacio Sagrado
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