Una vez conocida la Nota de clarificación sobre el libro de José Antonio Pagola, Jesús. Aproximación histórica (PPC, Madrid 2007, 544 pp.), emitida por la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, y publicada con la autorización de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española en su CCIX reunión (Madrid, 18 de junio de 2008), no añadiré nada que signifique desafecto o disenso. Me limito a leerla con todo respeto e interés.
Es evidente que la Nota de que hablamos es “muy dura”, porque atribuye a la obra de Pagola tres graves deficiencias metodológicas y hasta seis deficiencias doctrinales de primer orden.
No voy a resumir unas y otras porque están en la Nota con perfecta claridad y cualquiera con mediana formación cristiana puede entenderlas.
Creo, es cierto, que sin pretenderlo seguramente, la Nota tiene varios juicios de intenciones, y creo que debieron ser evitados. Por ejemplo, Pagola adoptaría el análisis de la lucha de clases al describir el entorno “social” de Jesús, y “el objetivo de esta descripción es situar la actividad de Jesús y su predicación del Reino en un horizonte preferentemente terreno”. Parece más lógico probar que esa descripción en absoluto es “históricamente real y preferente”, y, en todo caso, decir que como resultado de esa opción se deriva una visión peculiar de la actividad de Jesús, pero no decir, que hay una intención. Creo yo.
Otro ejemplo en este sentido, de juicio de intenciones, es la idea reiterada de que se podría decir que, para el Autor, la desconfianza frente al dato de los evangelios es una condición para proceder con rigor en la investigación histórica. No me parece que Pagola diga esto, y menos con este sentido, y por eso mismo concluirlo está fuera de lugar.
Mucho más fuerte y en el límite entre la valoración objetiva sobre algo, acertada o no, pero objetiva, y el juicio de intenciones, es esta afirmación demoledora sobre el libro, que estaría empeñado “en reconstruir una historia, (la de Jesús), a partir de un uso arbitrario de los evangelios, que resulta incompatible con la fe”. Lo de arbitrario en castellano es como mínimo digno de valoración profunda antes de decirlo. La propia Comisión siente vértigo, cuando añade que “si el “Jesús histórico” que muestra el Autor es incompatible con el Jesús de la Iglesia, es… porque la “historia” que se propone es una historia falseada, aunque ésa, ciertamente, no sea su intención”.
Y por fin, en la conclusión de la Nota, uno esperaría encontrarse algo así como una interpelación que, dicho lo que hay que decir, acoge, invita, abraza; pero no, es el texto de Hebreos 13, 8-9 el que se elige, a cuya exégesis remito, y donde “todos” entendemos que se habla de doctrinas y observancias opuestas al mensaje de Jesús, lo cual, y para concluir, no es lo que yo esperaría de una Comisión Episcopal, ni el libro de Pagola se merece. Está claro que no han querido componendas emotivas al final.
Y luego está lo referido al fondo del libro, las deficiencias metodológicas y doctrinales que la Nota dice ver y describe. Cuando yo estudié estas materias teológicas me enseñaron que la Doctrina de la Iglesia al respecto, salvo detalles menores, era la que Nota mantiene. Después como lector cercano a ellas y en ellas, me confirmé que así era. Pero también me enseñaron y he aprendido que la investigación exegético-teológica, en todas sus expresiones, tiene toda la necesaria libertad para profundizar y aclarar más y más el conocimiento de Jesucristo para la fe de la Iglesia, y para hacerlo con formas lingüísticas más próximas a las nuevas condiciones culturales, y, en el caso de la teología, siempre en la fe de la Iglesia. De ahí la posibilidad de ser corregido en ella y por ella.
Bien, supuesto que la obra de Pagola merece a juicio de la Nota todas las advertencias metodológicas y doctrinales que se desgranan, es de agradecer este servicio a la fe de los creyente, pero también es cierto que al haber entrado en varias cuestiones disputadas, y siendo cierto que se pueden formular de más maneras que una, habrán de oírse voces que argumenten sobre si esos fallos metodológicos son así de claros, o si no hay una carga de intenciones y temores exagerados en la Comisión que concluye así: “dos presupuestos que condicionan negativamente la obra; la ruptura entre la investigación histórica de Jesús y la fe en Él, y la interpretación de la Sagrada Escritura al margen de la Tradición viva de la Iglesia” . ¿Es así de claro?
Y abundando en el argumento, añade, “desde el punto de vista metodológico, tres son las deficiencias principales de la obra: a) la ruptura que, de hecho, se establece entre la fe y la historia; b) la desconfianza respecto a la historicidad de los evangelios; y, c) la lectura de la historia de Jesús desde unos presupuestos que acaban tergiversándola”. Es evidente, la palabra es también de los expertos, que esto puede ser objeto de discernimiento y de reconocimiento mayor o menor como ajustado al texto. A mí me parece una observación desmedida con el texto, pero me someto a mejor criterio.
Y en cuanto a “las deficiencias doctrinales pueden resumirse en seis: a) presentación reduccionista de Jesús como un mero profeta; b) negación de su conciencia filial divina; c) negación del sentido redentor dado por Jesús a su muerte; d) oscurecimiento de la realidad del pecado y del sentido del perdón; e) negación de la intención de Jesús de fundar la Iglesia como comunidad jerárquica; y, f) confusión sobre el carácter histórico, real y trascendente de la resurrección de Jesús”.
Y la razón, añadida a las dichas, “el Autor se sirve en esta obra de investigaciones que mayoritariamente se encuentran fuera de la Tradición, tanto por sus presupuestos metodológicos (asumidos acríticamente), como por sus conclusiones. Los resultados a los que llega son la derivación lógica de su punto de partida”.
Digo lo mismo; esto puede ser objeto de discernimiento y de reconocimiento mayor o menor como ajustado al texto de Pagola. No que la Nota se equivoque al decir cuál es la doctrina eclesial segura en cada supuesto, sino que no es tan fácil decir con esa rotundidad del libro de Pagola que la ignora, y menos aun decir que en teología no haya más modos que uno para se fieles “a la imagen de Jesús que presentan los evangelios, y que ha sido custodiada y transmitida con fidelidad por la Iglesia desde la época apostólica hasta nuestros días”.
A mí me parece una observación desmedida y llena de prevención hacia la literalidad del texto que tenemos delante, pero me someto a mejor criterio.
Ésta sería mi aportación al acoger la Nota. Escucho otras voces. Gracias.
J. Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete
sacerdote de la Diócesis de Vitoria, en la que he nacido y vivido casi siempre. Desde los años setenta me vengo interesando por la dimensión social de todas las experiencias humanas, intentando comprenderlas desde cerca, si es posible desde dentro, para valorarlas y cambiarlas según las exigencias de nuestra dignidad. Me licencié en Derecho Civil, primero, para seguir después estudios de Teología, y doctorarme en 1987.
Del blog "La Mirada Samaritana"
El periodista digital
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