Monday, June 30, 2008

Palabra de CPAL


Aparece hoy la Palabra de CPAL con el mensaje del Presidente, P. Ernesto Cavassa, SJ., titulado: "Colaboración: ¿Avance o Retroceso?".
Rio de Janeiro, 30 de junio de 2008

COLABORACIÓN: ¿AVANCE O RETROCESO?

Entre los diversos temas de su nutrida agenda la reciente reunión del sector Laicos de la CPAL, realizada en Quito con una amplia convocatoria, se abocó al estudio del decreto 6 de la CG 35 denominado “Colaboración en el corazón de la misión”.

Las mociones iniciales con respecto al decreto expresadas en esa ocasión no eran las mejores: demasiado intrajesuítico, parece haber olvidado la perspectiva eclesial del decreto 13 de la CG anterior, escasa o ninguna mención a la vocación laical y al servicio que puede hacer la Compañía a la misión del laico, discontinuidad de la experiencia de los laicos asociados…en fin, tanto laicos como jesuitas expresaron, ante una primera lectura del texto, mociones de “tristeza”, “insatisfacción” e incluso “frustración”. Quienes veían aspectos positivos -los menos- resaltaban la clarificación de los puntos abordados por el decreto y el reforzamiento de las líneas que ya aparecían en la CG 34: la colaboración como dimensión constitutiva de la misión (“en el corazón” de ésta), los avances indicados en esta dimensión desde la Congregación pasada, la voluntad de continuar en la perspectiva de una formación compartida, laicos y jesuitas, en vistas a la misión y la necesidad de crecer en el trabajo en red apostólica para el mejor servicio al mundo y a la Iglesia en los tiempos actuales.

¿Qué dice el decreto? Como deseaban los congregados, se trata de un decreto breve (30 párrafos), dividido en dos partes y una conclusión. La primera parte (“animando el dinamismo iniciado por la CG 34”) se remite y refuerza el decreto 13 de la CG 34 y la inspiración conciliar presente en ese documento.

La segunda parte, la central, desea dar “orientaciones para llevar adelante la colaboración” abordando para ello tres cuestiones:

a. ¿qué hace que una obra sea jesuita y cómo pueda ser sostenida por un liderazgo no jesuita? Este apartado pretende clarificar la distinción entre una obra ignaciana, con base en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, de aquella que, además, es jesuítica al tener un clara y definitiva relación con la Compañía de Jesús.

b. ¿Cuáles son los elementos de formación para la misión? El vital papel de la colaboración tiene implicaciones para la formación en los contenidos, en la metodología y en la tarea de los formadores. La formación de los jesuitas como “hombres de colaboración” debe ser acompañada por la formación de colaboradores a fin de que tengan “una mayor conciencia de su lugar en la misión”.

c. ¿Qué vínculos pueden hacer más fructífero nuestro trabajo? Este apartado presenta a la Compañía como un cuerpo internacional que busca, en esta era de la comunicación, desarrollar todos los medios y lograr sinergias al servicio de una misión universal. Considera que no debe continuarse la experiencia de los laicos asociados y refuerza, más bien, el trabajo en red invitando a la Compañía a impulsar la “red apostólica ignaciana” (figura presente en el decreto 13 de la CG 34) y a apoyar las “asociaciones autónomas” con las que se comparten espiritualidad y misión (CVX, MEJ, Apostolado de la Oración, ASIA, organizaciones de voluntariado y otros grupos ignacianos).

Cada pregunta se responde con unos párrafos orientadores y concluye con recomendaciones para la puesta en práctica a nivel universal, de Conferencias o en cada provincia. La conclusión es nítida: “para responder hoy a las acuciantes necesidades de nuestro complejo y frágil mundo necesitamos, sin duda, muchas manos. La colaboración en la misión es nuestra respuesta a esta situación…es una gracia que se nos regala en este momento, en perfecta coherencia con nuestro modo jesuita de proceder”.

Esto supuesto, me parece que un juicio contextualizado del decreto 6 debe tomar en cuenta, al menos, los siguientes factores:

En primer lugar, la colaboración es un tema que le preocupa y le interesa a la Compañía al punto de haber sido objeto de atención de dos Congregaciones seguidas. En la preparación de la CG 34, la Compañía había manifestado su interés enviando 76 postulados sobre “la cooperación con el laicado”. Posteriormente, este tema fue puesto en la agenda de la reunión de Superiores Mayores de Loyola 2005 quienes lo consideraron asunto propio de Congregación. Además, las provincias presentaron 30 postulados a la CG 35, la mayor parte pidiendo clarificaciones sobre algunos puntos surgidos a partir de la experiencia de los últimos años. Por ello, antes de la CG 35, el P. General constituyó una comisión específica para su reflexión y debido estudio.
En segundo lugar, debe leerse este decreto a la luz del 13 de la CG 34 al que explícita y repetidamente se refiere en varios momentos. Luego de citarla, dice el nº 2: “la CG 35…renueva nuestro compromiso para la colaboración apostólica y para compartir en profundidad el trabajo a favor de la vida de la Iglesia y de la transformación del mundo”. La CG 35 no pretende ni mucho menos sustituir o revocar el decreto 13 de la anterior; se coloca claramente en su estela para continuar creciendo en la colaboración.
De otra parte, dada la referencia permanente a la misión conjunta, nuestros colaboradores, al menos los que se muestren interesados, deberían conocer también los decretos 2 y 3 referidos a nuestro carisma y a nuestra misión hoy. Dice al respecto el nº 34: “la Compañía desea fuertes relaciones en la misión con tantos colaboradores en la viña del Señor cuantos sea posible”. La referencia en el decreto a las “asociaciones autónomas” se coloca en el horizonte de “un mayor y más efectivo servicio a la misión de Cristo en el mundo” (nº 28), indicando así el enfoque apostólico de la relación. Es lógico deducir, entonces, que los matices y acentos de la CG 35 sobre la misión sean trabajados conjuntamente con nuestros colaboradores en ella.
El último factor –y, ciertamente, no el menos importante- remite a la fecunda experiencia de los últimos 13 años que ha producido, según el decreto, “una cosecha del 30, 60 y aun ciento por uno” (nº 2). Esa experiencia le permite a la presente Congregación reconocer “que es más diversa la comunidad de aquellos con quienes hemos sido llamados a compartir esta misión” (nº 7). Los conceptos “laico”, “laicado”, por ejemplo, quedan estrechos para designar la amplia variedad de nuestros compañeros, socios, colegas, colaboradores en la misión (cfr. nota 1), si éstos profesan su fe en otras religiones (como ocurre, por ejemplo, en buena parte de Asia) o se consideran agnósticos o no creyentes. “Laicos y religiosos, mujeres y hombres, indígenas y personas con diferentes experiencias religiosas y espirituales: todos ellos han cambiado y han alimentado en nosotros un mayor sentido de Dios, en quien ‘vivimos, nos movemos y existimos’” (nº 5). Estos primeros párrafos del decreto abordan las experiencias vividas, los logros y lagunas de estos años, la diversidad de situaciones y la llamada “a una nueva y con frecuencia desafiante renovación de nuestros ministerios” (nº 8). Esa renovación es la que exige abordar las cuestiones tratadas por el decreto.
¿Avance o retroceso? Creo que la pregunta, tal como se formula a veces en quienes han leído el decreto, no es adecuada. Como todo documento institucional, éste también refleja la conciencia que el cuerpo apostólico tiene hoy de un tema que, sin duda, le preocupa, inquieta, dinamiza y desafía. El decreto 13 respondió a un momento de inspiración y fue de talante motivador; este decreto profundiza el anterior en puntos en los que la experiencia del cuerpo ha exigido clarificación y decisiones para seguir adelante en lo fundamental: la misión que nos une. Son tiempos diferentes que piden formulaciones diferentes. En ese camino, siguiendo la parábola que inspira el decreto, hay aún mucha simiente por sembrar y no parece estar todo dicho. Ojalá que la cosecha siga siendo abundante.

Ernesto Cavassa, S.J.

CPAL

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