Mucha gente se encontró en la Basílica de las Naciones, en el Getsemaní para celebrar la misa de acción de gracias de monseñor Michel Sabbah, el cual eligió el santuario del Getsemaní, el jardín de los olivos, lugar de la agonía de Jesús, para dar gracias a Dios, y para restituir después de veinte años la misión pastoral que estuvo a su cargo de la guía del Patriarcado latino de Jerusalén.
La Basílica, apesar de ser espaciosa, no pudo contener a las numerosas autoridades religiosas, tanto católicas como de los varios ritos, los ortodoxos, los religiosos, las autoridades civiles y fieles que acudieron.
Después de la proclamación del Evangelio, el nuncio apostólico, monseñor Antonio Franco, leyó el mensaje del Santo Padre, que expresó su reconocimiento y agradecimiento al prelado de Jerusalén, por el servicio pastoral che llevó a cabo con generosidad, por amor a la tierra del Redentor y por la gente que vive en ella, convirtiéndose en portavoz de los más débiles y necesitados.
En su homilía, Sabbah recordó que los fieles y sus pastores, se vuelven testigos auténticos de Jesús, de aquello que Él mismo hizo y enseñó en esta tierra, donándoles también a ellos la vida por los hermanos.
Al evidenciar las múltiples formas de expresiones religiosas presentes en el territorio de la diócesis gerosolimitana, el Patriarca recordó el ejemplo de la primera comunidad cristiana de Jerusalén, como la describe la Escritura: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma".
El cristiano, continuó monseñor Sabbah, no tiene motivo para sentirse débil, aún en situaciones difíciles, porque su fuerza consiste en penetrar el misterio de Dios, de su Providencia, de este modo cada uno, volviéndose parte de este misterio, encontrará en esta tierra, vida abundante. La fe en su palabra, como él mismo dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" representa la luz que nos guía en las tinieblas.
Monseñor Michel Sabbah, al finalizar la celebración eucarística, dando buenos deseos a su sucesor monseñor Fouad Twal y entregándole el báculo, de este modo, entregó su misión a las manos de Dios, aquí en la roca de Getsemaní.
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