Dio a luz a su hijo primogénito y lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre ”, (Lc2,7)
Lo envolvió en pañales
Señor, naces desvalido, pequeño, frágil, como si te fueras a romper. Tan delicado te veo, con unos dedos como pequeños palillos. Eres un Dios extraño, al que hay que arropar y dar calor. Y mirándote entiendo la verdad profunda y hermosa de la primera humanidad: los seres humanos nos necesitamos unos a otros.
Dependemos unos de otros. Solos no somos nada. Lo primero que veo de ti es la dependencia, la necesidad de un regazo acogedor, de unas manos que ayuden y una voz que acune. Cuando te haces humano pones tu sueño, tu vida, tu proyecto en nuestras manos humanas. Te acunaré con mis manos, con mi voz, con mi vida... También hoy.
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