Madrid- Es Navidad. Y en esta fecha todas las miradas se dirigen a Belén, aquella pequeña aldea donde hace más de dos mil años nació el Niño Jesús. Hoy la imagen que nos ofrece esta población poco tiene que ver con aquel Belén donde tanto les costó encontrar un sitio para instalarse a la Virgen María y a san José. En realidad, pocos son ya los católicos que ahora quieren permanecer en esta ciudad inmersa en las trifulcas entre israelíes y palestinos, donde el miedo, la precariedad económica y la inseguridad son el pan de cada día y donde un muro de ocho metros de hormigón divide las esperanzas de una menguante comunidad cristiana.
La situación es alarmante y el patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Sabbah, no ha escatimado ni un ápice de realismo en su mensaje de felicitación de estas fechas. «La Navidad vuelve a llegar a Belén este año en las mismas circunstancias de muerte y frustración, con el muro y las barreras en la tierra y en los corazones. La “ocupación” y la privación de la libertad, por un lado, el miedo y la inseguridad, por otro, se mantienen», lamenta Sabbah. Esta situación ha provocado la huida de cristianos, que en la actualidad han quedado reducidos a una población de 10.000 fieles, el 14 por ciento de la población. Hace 40 años los cristianos representaban el 70 por ciento.
Las difíciles condiciones de vida en Belén obligan a la población a exiliarse en busca de tierras más pacíficas. Desde comienzos de la intifada de Al-Aksa, en septiembre de 2000, la situación ha decaído de forma dramática, en particular por la escasa llegada de peregrinos. Los comercios de la plaza del Pesebre, junto a la iglesia de la Natividad, van cerrando poco a poco. Según informa Ap, ya sólo quedan abiertas dos de las seis tiendas que había en la zona, además de otros muchos comercios de los alrededores en los que ya cuelga definitivamente el cartel de «cerrado».
Abir Karram, un vendedor de la zona, ya no puede pagar la renta mensual que le cuesta su establecimiento. Tanto él como otros comerciantes de la zona aseguran que ya llevan seis años pasando penurias económicas a causa de la violencia, la prohibición de desplazamiento decretada en numerosas ocasiones por Israel, y ahora también por culpa del boicot económico internacional contra el Gobierno de Hamás. A esto se suma el establecimiento del muro, erigido por Israel. Todo esto ha provocado que Belén se convierta en «una gran prisión», se lamentaba el alcalde de Belén, el católico Victor Batarseh. Ante esta situación, el patriarca latino de Jerusalén pide a los líderes de la región que «escuchen la voz de los oprimidos en esta Tierra Santa, la voz de aquellos que han muerto, las de aquellos que aún están amenazados por la muerte y la humillación, y las de aquellos en los que creen que pueden imponer muerte y humillación para garantizar la seguridad de la otra parte».
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