HERODES no es un malvado sin más. Sería demasiado fácil descartarlo como el inadaptado de esta historia. Es quien se siente amenazado, quien, estando anclado en sus seguridades, su poder y sus terrenos conocidos, no quiere ni puede salir de ahí, y está dispuesto a obrar mal para salvar su situación de privilegio.
"Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo..."
A quien mata, a quien peca, a quien está encerrado en las prisiones del egoísmo y de la estrechez de miras, de la ceguera y el mal... se le anuncia hoy un Salvador.
Sigue habiendo hoy gente que hace el mal. De un modo consciente. Camuflado con argumentos sesudos y tablas estadísticas. Disfrazado de inevitabilidad. Escondido con la ocultación del sufrimiento que algunas opciones provocan. Sigue habiendo hoy gente que provoca el llanto inocente.
También nosotros a veces tenemos algo de Herodes. Tal vez no matemos bebés, pero cuando el miedo puede a la ilusión; cuando la búsqueda de seguridades se come toda capacidad de compromiso y de riesgo; cuando bajo capa de prudencia lo que se nos impone es algo de cobardía; cuando no queremos ver a Jesús porque sabemos que ese encuentro puede transformar nuestra vida, entonces estamos siendo Herodes.
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