Lucas 1, 46-58
En aquel tiempo, María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre." María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa. Cuando le llegó a Isabel su día, dio a luz un hijo, y sus vecinos y parientes se alegraron con ella al enterarse de la misericordia tan grande que el Señor le había mostrado.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Esta oración gloriosa, el "Magnificat" está cargado de dinamita. Apunta a una sociedad en la cual nadie quiere poseer demasiados bienes, mientras otros posean muy pocos. Los hambrientos son satisfechos, y los humildes son enaltecidos.
Señor, que nunca me seduzca la devoción, mientras tengo yo más que lo que necesito, y hayan otros que tengan menos que yo.
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