de una roca erizada a otra erizada roca,
sobre un abismo negro, profundo y
misterioso que se abría en la tierra como
una inmensa boca.
Yo vi un puente bueno unir las dos orillas de
un río turbio y hondo, cuyas aguas
cambiantes arrastraban con furia las frágiles
barquillas que chocaban rompiéndose en
las rocas distantes.
Yo vi también tendido otro elevado puente
que casi se ocultaba entre nubes hurañas....
¡Y su dorso armonioso unía triunfalmente,
en un glorioso gesto, dos cumbres de
montañas!...
Puentes, puentes cordiales... vuestra curva
atrevida une rocas, montañas, riberas sin
temor... ¡Y que aun sobre el abismo
tan hondo de la vida, para todas las almas no
haya un puente de amor...!
Dulce Maria Loynaz.
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