Monday, August 06, 2007

Un momento para la oración


Lucas 9, 28-36
Unos ocho días después de estos discursos, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y subió a un cerro a orar. Y mientras estaba orando, su cara cambió de aspecto y su ropa se volvió de una blancura fulgurante. Dos hombres, que eran Moisés y Elías, conversaban con él. Se veían en un estado de gloria y hablaban de su partida, que debía cumplirse en Jerusalén. Un sueño pesado se había apoderado de Pedro y sus compañeros, pero se despertaron de repente y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Como éstos estaban para irse, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pero no sabía lo que decía. Estaba todavía hablando, cuando se formó una nube que los cubrió con su sombra, y al quedar envueltos en la nube se atemorizaron. Pero de la nube llegó una voz que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo». Después de oírse estas palabras, Jesús estaba allí solo. Los discípulos guardaron silencio por aquellos días, y no contaron nada a nadie de lo que habían visto.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Jesús trabaja con los altos y bajos de toda existencia humana, y prepara a estos tres líderes para enfrentar la prueba de su Pasión, a través del recuerdo imborrable de un momento de Gloria. Pedro desea que este momento dure para siempre, y propone establecerse en ese lugar, donde era tan bueno estar. Sin embargo, Jesús los conduce al pie de la montaña, donde deberán enfrentar las duras pruebas que les esperan.
De Espacio Sagrado

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