ENCUENTRO CON LOS PERIODISTAS
En la Sala Nadal
25-Enero-2008
En la Sala Nadal
25-Enero-2008
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Antes que nada quiero agradecerles el interés mostrado por la Compañía de Jesús, por esta Congregación General y los ojos benévolos que tenéis conmigo.
Antes que nada quiero agradecerles el interés mostrado por la Compañía de Jesús, por esta Congregación General y los ojos benévolos que tenéis conmigo.
Comprendo las dificultades que tenéis para encontrar información. Yo soy un desconocido. Los periodistas españoles buscan tesoros donde no los hay; preguntan a la gente y crean un pequeño drama, que si soy el 3º de tres hermanos, en realidad soy el 3º de cuatro, si he estudiado en el Instituto Balmes… lo hice sólo un año cuando tenía diez años y me suspendieron en dos o tres asignaturas…
Espero que en el futuro no sea tan difícil tener información, para que desechando las cosas menos interesantes, podamos informar de las más importantes: qué hacemos en este mundo, en esta Iglesia, en este momento de nuestra historia.
Entre las cosas leídas estos días en los periódicos he encontrado cosas que no ayudan tanto y otras que sí ayudan. Entre las que menos ayudan, por ejemplo, la antítesis que se busca entre los jesuitas y el Santo Padre, entre los jesuitas y el Vaticano; creo que esto no es verdad. La Compañía de Jesús ha estado siempre en comunión con el Santo Padre y estamos contentos de que sea así. Si hay dificultades es precisamente por estar tan cerca espiritualmente. Entre los esposos siempre hay problemas; si alguno de entre vosotros que esté casado dice que no los tiene no le creería. Sólo las personas que se aman pueden herirse mutuamente. Cuando en la relación se busca trabajar juntos aparecen dificultades y esto es normal. Si alguno de ustedes está casado sabrá de qué hablo. La Compañía de Jesús quiere colaborar con la Santa Sede y obedecer al Santo Padre. Esto ha sido siempre de sentido común entre nosotros. Ha sido siempre así, no ha cambiado ni creo que cambie.
Algunos periódicos dicen que hay una distancia teológica entre yo y Benedicto XVIy de esto algunos hacen un drama… Cuando yo era estudiante he estudiado los libros del profesor Ratzinger, también en Tokio estudiábamos sus libros, porque era un gran profesor. Sus libros eran interesantes, tenían novedad e inspiración, que todos hemos agradecido en aquel periodo. Hablo de los años 1964-1968, cuando yo estudiaba en Tokio, y los libros de Ratzinger eran comunes entre nosotros. Después cuando vine a Roma lo mismo. El nombre de Ratzinger era el de un gran profesor. Y en Alemania –aunque no enseñaba en Frankfurt- todos leían sus libros.
Entonces, la distancia es más teórica en la imaginación de algunos; se trata de un coloquio que continúa, porque creo que la teología es siempre diálogo. Lo que es más importante es la búsqueda de la verdad, y la búsqueda de la verdad inspirada en la Palabra de Dios, en la vida de la Iglesia, en la vida de los cristianos. Es en este diálogo donde se pueden encontrar quizás, en algunas cuestiones, las diferencias, pero siempre en la búsqueda común de la verdad.
Otros periódicos dicen que soy tipo Arrupe, tipo Kolvenbach, mitad y mitad, al cincuenta por ciento, pero nadie ha dicho todavía que yo tengo un 10 por ciento de Elvis Presley, pero se podría decir y no sería sorpresa. Todo esto es falso. Yo no soy P. Arrupe, yo amo al P. Arrupe, lo admiro, ha influido en mí, lo he tenido como superior cuatro años en Japón, incluso lo había conocido antes, en el colegio, cuando nos hablaba de la bomba atómica en Hiroshima…, pero yo no soy Arrupe.
Entonces, ¿quién soy yo? si me preguntan les diré que he sido hecho para la realidad en la que me encuentro, estoy en proceso, in fieri, hasta que me convierta en lo que Dios quiere de mí, de todos nosotros; lo mismo en las relaciones con el Santo Padre o con lo que reciba de esta Congregación General. Todo depende de la habilidad que yo tenga o no de responder a la realidad y ante los que están a mi alrededor y ante lo que me encargue la Congregación General. Este siempre es un tema abierto.
Una cosa interesante de los periódicos es mi relación con Asia. Aquí podemos ver un mapa que hemos elaborado hace un mes en Manila, en la región donde yo he trabajado durante los últimos años. Una región que va del Japón a China, a Australia o a Micronesia en el Pacífico. La mayor parte de mi vida se ha desarrollado en Asia, donde llegué cuando tenía 24 años, después de haber estudiado filosofía en Alcalá. Y Asia ha sido un desafío, un verdadero desafío, en muchos aspectos.
Los primeros años no fueron fáciles en Japón no sólo por las dificultades del pescado crudo, -la dieta japonesa es buena-, ni por la lengua que tampoco era dificultad, ni siquiera escribir en caracteres japoneses. Esas son cosas exteriores. Las dificultades eran más profundas. El mundo no era como yo lo pensaba en España, ni la manera de ver las cosas, de ver incluso la fe. Cosas que yo consideraba en España como de sentido común, no eran como en España. El encuentro con un mundo totalmente diverso que cuestiona materias que yo consideraba ordinarias, ha sido normal, pero difícil.
En este contesto yo tuve que estudiar la teología y fue interesantísimo. El problema de reformular la propia fe no sólo en el contexto del Concilio Vaticano II, sino en el contexto de Asia, del Japón, en un contexto donde el budismo y el shintoismo y otras religiones han tenido una influencia muy profunda.
Yo creo que Asia me ha cambiado, espero que para bien, -esto lo tienen que decir los japoneses- me ha cambiado y me ha ayudado a comprender a los otros a aceptar lo que es diferente y tratar de comprender por qué es diferente y en qué es diferente y qué puedo aprender de lo que es diferente.
Y después me ha enseñado a sonreír antes las dificultades, ante la imperfección humana, ante la realidad humana. En España yo era un poco intolerante, de la línea del orden, de los mandatos, porque para mí la religión era todavía entendida de una manera, como una fidelidad a las prácticas religiosas y en Japón he comprendido que la verdadera religiosidad es mas profunda, que hay que ir al fondo de las cosas, al fondo de las personas, tanto si hablamos de Dios como si hablamos de nosotros mismos, de la vida humana; es un manera de entrar en un mundo diverso.
He comprendido que he podía sonreír antes las dificultades, cosa que en España me habrían puesto muy nervioso. La vida humana es así, las personas somos así, de modo que las imperfecciones son tan naturales que es necesario aceptarlo desde el principio.
Los japoneses tienen fama de trabajar 24 horas al día, sí, pero lo hacen despacio, despacio, no trabajan como los americanos, los franceses y mucho menos como los españoles, que tal vez trabajan una hora, pero intensamente. Es un ritmo diverso y esto no vale sólo para el trabajo, sino para el modo de comprender a las personas, sin mandar; les escandaliza que nosotros seamos tan estrictos, intolerantes, incapaces de aceptar la diversidad, esto es un escándalo para ellos.
Esto fue un verdadero desafío para nosotros que vamos con la ingenuidad de haber nacido y educados en un país como España. Por eso creo que Asia puede enriquecer mucho a la Iglesia universal. Desgraciadamente los jesuitas somos pocos en Asia y se ha escrito poco sobre esto. Japón puede aportar mucho con su cultura su forma de afrontar los problemas en profundidad. Si miramos al budismo vemos que ha cambiado mucho a lo largo del Asia; desde la India a Sri Lanka, el sur tiene una tradición budista, pero el norte tiene otra, el mahayana que se ha abierto a diversas situaciones y llega a Japón y allí encuentra una línea de profundización que hace que el Zen llegue a tomar ciudadanía japonesa. Las cuestiones son totalmente profundas, todo es cuestionado. Todos nosotros podemos aprender un poco de este mundo, tranquillo por una parte frente a la otra impositiva.
Después China. China es un mundo tan amplio con sus culturas, su diversidad de lenguas, con más de 27 grupos étnicos en el sur de la China donde hablan del chino al árabe, un mundo increíble que no sé cómo se las arreglan para administrarlo de una forma unitaria. Después está Corea, Vietnam, con una diversidad muy grande, Filipinas, que a veces viene llamada la Italia de Asia, porque tienen ese sentido del humor, de la vida y de las leyes que es un poco más amplio que el de otros países. Hay un dicho donde se expresa que para ellos las leyes de tráfico no son leyes sino recomendaciones. Este sentido de la vida creo que es muy bueno para el resto de Asia, como una especie de humanismo profundo asiático.
Indonesia participa también de la misma tradición e incluso la parte occidental de Australia ha tomado como su misión el ser puente entre Asia y el oeste. He encontrado gran ayuda y cooperación en Australia para los programas a desarrollar. Después tenemos nuevas misiones como Birmania, Timor Este y Camboya, nuevas porque estaban cerradas y los jesuitas habían sido expulsados de Camboya, de Birmania, por el gobierno militarista y en Timor había un pequeño grupo que desde la independencia ha cambiado mucho y ahora tenemos nuevas vocaciones, pero todo está comenzando. Todos estos países traen desafíos nuevos y nuevas tareas.
Sobre el futuro puedo decir muy poco. La razón es simple, yo acabo de comenzar. Cuando en la Sala de la Congregación hablan del P. General yo siempre pienso que se refieren al P. Kolvenbach; todavía no he caído en la cuenta de que soy yo. Mi actitud actual es la de escuchar, escuchar y obedecer. Como saben, la Congregación General está sobre el P. General. Durante la Congregación General yo estoy sujeto a la CG. Si la CG me dice qué es lo que hay que hacer, qué dirección tomar en el futuro, yo debo obedecer; esta es mi misión. Por eso lo que ahora me importa es saber qué es lo que quiere la CG y como responder a los desafíos que el Santo Padre nos ha enviado y lo estamos tomando en serio en nuestra reflexión, para dar una respuesta que pueda ayudar a la Iglesia, no a nosotros mismos. Espero encontrarme con el Santo Padre pronto, cuando me llame, para tener un primer encuentro y después de todo esto, cuando los padres de la Congregación se vayan, deberé comenzar a trabajar, y ver cómo responder y hacer realidad todo esto.
Espero que entonces podamos tener algún encuentro para responder a sus preguntas. Ahora no tengo respuestas, solo podría responder que eso depende, eso depende… En el diálogo que tenderemos espero seguir los principios de Ghandi, quien dice que cuando se habla de algo lo primero que hay que decir es que sea verdad, porque si no es verdad no es interesante; segundo, que sea caritativo, que haga el bien, y tercero, que haga bien a los demás. Así pues, noticias que, aunque sean verdaderas, si no hacen bien, sino que crean malentendidos, no serían interesantes, si no ayudan a la gente creo que no sirven de nada.
Yo pienso ser transparente. He aprendido en Indonesia, de una pareja que no era cristiana, en un contexto donde se tiene miedo de los espíritus malignos, pareja que, para defenderse de esas amenazas tomó como espiritualidad la transparencia, y así, lo malo que llega pasa sin dejar rastro y lo bueno que llega se va comunicado a los demás. Creo que es un símbolo para tenerlo en cuenta. Transparencia que es una actitud responsable para el bien de los otros, no para nosotros.
No es tan importante lo que la gente piense de mí, es más importante el bien de los demás.
Así pues, estoy contento de haberles encontrado, y les agradezco el tono positivo que he encontrado hasta ahora; comprendo las dificultades que tienen y espero que en el futuro podamos colaborar. Muchas gracias.
Así pues, estoy contento de haberles encontrado, y les agradezco el tono positivo que he encontrado hasta ahora; comprendo las dificultades que tienen y espero que en el futuro podamos colaborar. Muchas gracias.
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