La Santísima Trinidad (A), Juan 3, 16-18
DIOS AMA ESTE MUNDO
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 14/05/08.- Jesús puede ser considerado desde perspectivas diversas. Puede ser
visto como problema histórico, gran líder religioso, un dogma, el inspirador de un camino
liberador… El evangelista Juan nos invita a acogerlo como el «mejor regalo» que Dios ha
hecho al mundo.
Jesús está hablando con un maestro judío, llamado Nicodemo. No conversan sobre los
problemas conflictivos de la Ley judía. Jesús centra la atención en temas de los que apenas se
habla en Israel: cómo «renacer» a una vida nueva, qué camino seguir para «tener vida
eterna»…
De pronto Jesús pronuncia unas palabras que trascienden cualquier conversación humana, y
resumen de manera grandiosa todo el misterio que se encierra en él: «Tanto amó Dios al
mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino
que tengan vida eterna».
¿Qué podemos sentir, al escuchar estas palabras, los hombres y mujeres de hoy, atraídos por
todo bienestar inmediato y tan escépticos ante promesas lejanas de vida eterna? ¿Qué nos
puede decir el amor de Dios en una sociedad llena de intereses, objetivos y luchas tan
contrarios al amor?
Las palabras de Jesús destacan lo inmenso y universal del amor de Dios. No podía ser de otra
manera. Dios ha amado al «mundo», no sólo a Israel, a la Iglesia, a los cristianos… Ha
enviado a su Hijo, no para «condenar», sino para «salvar», no para destruir, sino para dar vida
eterna. Lo sepa o no, el mundo existe, evoluciona y progresa bajo la mirada amorosa de Dios.
Para saber algo de ese Misterio de Amor que sostiene el mundo, el mejor camino es el mismo
Jesús. Acercándonos al Hijo, podemos ver, palpar e intuir cómo es el Padre con todos sus
hijos. Viéndolo actuar, podemos captar cómo es el Espíritu que anima a Dios.
Todos los gestos, símbolos, palabras, doctrinas, objetivos y estrategias del cristianismo han de
nacer, alimentarse y reflejar ese misterio del Amor de Dios al mundo entero. Si no es así, la
religión se encierra en sí misma; los signos se «sacralizan»; el anuncio cristiano pierde en
buena parte su significado más auténtico; pueden incluso inventarse prácticas, costumbres y
estilos de vivir alejados de la verdad cristiana original.
Jesuitas de Andalucía y Canarias
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