Sunday, May 25, 2008

REFLEXIONES SOBRE EL CORPUS CHRISTI

Por Ángel Gómez Escorial

Sigo apuntando estas reflexiones que me llegan ante las fiestas grandes que la Iglesia celebra en frontera y tránsito entre el Tiempo Pascual y el Ordinario. Ascensión, Pentecostés, la Trinidad… Y hoy Corpus Christi. El misterio –y milagro—por el que Jesús decidió quedarse en la tierra como viático de salvación es, a mi juicio, muy grande, muy grande. No se trata de comparar en tamaño y grandeza con las otras solemnidades, pero es algo de una enormidad que estremece. La institución de la Eucaristía en la Cena del Jueves Santo consagra un hecho y una realidad. Jesús afirmó que aquel vino y aquel pan eran su sangre y su cuerpo. Y pidió que sus seguidores repitieran esos gestos, esos signos, en memoria suya. En algún otro lugar Jesús nos ha dicho que “estará con nosotros” hasta la consumación del mundo. Todo debe relacionarse.


AHÍ ESTÁ JESÚS

Y así mientras que el Pan y el Vino consagrados y benditos mantienen su constitución su formula física y química, ahí está Jesús. Ello es origen del cuidado con que se purifican cálices y patenas tras la Comunión, pues en toda gota, en cualquier fragmento, por pequeños que sean, ahí permanece Jesús. Y claro ello da vértigo. El pueblo llano pronto se acercó a esa realidad y fue quien dio el acompañamiento suficiente para que la fiesta del Corpus Christi fuese algo popular y multitudinario. Desde el siglo XIV es un gran acontecimiento público. Y sinceramente creo que el refuerzo de la devoción popular siempre es una pista de autenticidad. “Vox Populi, Vox Dei” dice el viejo refrán latino y parece muy adecuado. Las procesiones del Corpus Christi siguen haciéndose incluso en lugares donde apenas hay procesiones ya.


NUESTRO INTERIOR

Pero la cuestión honda y fundamental es la que cada hombre y mujer siente en su corazón cuando comulga, cuando ese Pan y ese Vino entran dentro de cada persona. Hay emoción, hay ternura, hay comunicación. A veces se piensa que ni la fe es necesaria para creer en esa presencia divina, porque se siente, se nota. En fin, que cada uno reflexione en hondura sobre sus vivencias en la Eucaristía. Seguro que el resultado será emocionante y asombroso.

Betania

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