Lucas 21, 25-8; 34-6
"Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y por toda la tierra los pueblos estarán llenos de angustia, aterrados por el estruendo del mar embravecido. La gente se morirá de espanto con sólo pensar en lo que va a caer sobre la humanidad, porque las fuerzas del universo serán sacudidas. Y en ese preciso momento verán al Hijo del Hombre viniendo en una Nube, con gran poder e infinita gloria". Así también, apenas vean ustedes que suceden las cosas que les dije, sepan que el Reino de Dios está cerca. Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo eso suceda. Cuiden de ustedes mismos, no sea que una vida materializada, las borracheras o las preocupaciones de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso, pues se cerrará como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Por eso estén vigilando en todo momento, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder y estar de pie ante el Hijo del Hombre".
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Las visiones apocalípticas no me mueven, Señor. Pero escucho tu advertencia para que no permita que mi corazón se apesadumbre con la disipación y las preocupaciones de la vida. La madre de la disipación no es la alegría, sino que la tristeza. En Ti, Señor, encuentro los cimientos de mi paz, la que me permite estar de pie y levantar mi rostro.
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