No fue sólo aquel día lejano en que un grupo de discípulos asustados se sintieron fuertes, unos hombres sencillos se supieron sabios y hablaron con palabras de Dios.
Es hoy, en ti y en mí. No es paloma ni llama ardiente, y tal vez no nos lanza al medio de la multitud a dar gritos. Y, sin embargo, el espíritu de Dios sigue lloviendo sobre nosotros, envolviéndonos en silencio, seduciéndonos sin trampa, susurrándonos palabras de amor infinito y enseñándonos a mirar el mundo y la vida con ojos nuevos.
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