La industria farmacéutica se caracteriza estos últimos años por ofrecer a la sociedad una gran cantidad de medicinas tan caras como superfluas.
Así las cosas, las autoridades sanitarias, presas del síndrome del votante, se caracterizan por hacer el pasillo al campeón y financiar lo que venga, tenga o no innovación incremental con el arsenal terapéutico precedente. Eso sí, luego contratan a técnicos en promoción del uso racional de los medicamentos (como muestra, el que suscribe), para tratar de obstaculizar con casas de paja la fuerza del temporal.
Lo queremos todo y el futuro se percibe nítido. Toca favorecer a toda costa con políticas y fondos públicos la investigación y el desarrollo, con objeto de que repunte el PIB y genere pronto puestos de trabajo. Ahora bien, ¿alguien realmente se para a pensar por un momento en la utilidad real del producto final puesto en el mercado que luego vamos a adquirir entre todos?
Es lo que tiene esta sociedad nuestra. Producir, producir, producir, para consumir, consumir, consumir. No pregunte por el producto, lo importante es que momentáneamente reduce el paro y de paso satisface muchas necesidades creadas.
Con su permiso, que ya me va doliendo la cabeza de tanto conflicto, voy a tomar un paracet… un poco el aire y a la cama.
Luis carlos
Jesuitas de Castilla
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