Zaqueo era un hombre de poca estatura, acostumbrado a ser despreciado y escupido, pensando que lo merecía por ser avaro y por extorsionar a los que les cobraba impuestos (Lucas 19:1-10). Sólo quería ver a Jesús, no involucrarse con Él. Pero bastó ese pequeño deseo, el que se encontró con el deseo de Jesús de conocerlo, y quien lo llamó por su nombre: "Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa".
Señor, al orar me he sentido como Zaqueo, hago grandes esfuerzos por entrever tu rostro, y encuentro que me estás esperando, llamándome por mi nombre e invitándote para entrar en mi corazón. Una vez que estoy Contigo, encuentro la felicidad de corregir lo que estaba mal, de ordenar mi vida y de encontrar las vertientes de generosidad y justicia que había reprimido con mis malos hábitos.
Espacio Sagrado
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