Hoy 29 de octubre, la iglesia conmemora el tránsito a Dios de SAN NARCISO DE JERUSALÉN, quien muriera santamente en esta ciudad hacia el año 222, a la avanzada edad de 116 años. Nacido en Grecia hacia el año 100, fue sacerdote y luego, Patriarca de Jerusalén. La iconografía lo representa cuando su alma es transportada al cielo por los ángeles.Hoy también la iglesia conmemora a SAN NARCISO DE GERONA, quien muriera martirizado en la ciudad de Augusta en Alemania en el Siglo III, durante la persecución al cristianismo del emperador Aureliano. Oriundo de Gerona, España, llegó a ser obispo de esta ciudad. Marchó a Alemania en donde convirtió a la fe cristiana a numerosos paganos. Unidos pues a los que llevan el nombre de Narciso y a pesar de los años mantienen encendida la llama del servicio, brindemos nuestro devoto aplauso a San Narciso de Jerusalén y San Narciso de Gerona.
Meditación
QUERIDO SAN NARCISO DE JERUSALÉN: te encontramos en tu ciudad natal, en donde desde muy joven empezaste a sentir el deseo de profundizar en el estudio de las Sagradas Escrituras. Esta inclinación se fue cristalizando cada vez más en un deseo de consagrarte al servicio de la Iglesia lo que culminó en la carrera sacerdotal. Durante muchos años diste testimonio de una vida ejemplar y de una gran pureza de costumbres. Y cuando pintabas no pocas canas, siendo ya octogenario, tu vida dio un paso significativo e inesperado: a la muerte del patriarca de Jerusalén, eres elegido para sucederle en el cargo, debido especialmente a la admiración y confianza que la gente tenía en tí. Asumes el cargo, como trigésimo patriarca de Jerusalén, habiendo sido el primero Santiago el Menor, hermano de Judas Tadeo, primos ambos de Jesús, y a pesar de tus ya largos años de vida, desempeñas una actividad notable: instruyes, predicas, visitas. Todo te parecía poco para ganar nuevos adeptos a la fe de Cristo. Participas en el Concilio de Jerusalén en el año 195 en donde sostienes que la celebración de la Pascua debía hacerse según el rito y en las fechas indicadas en el rito romano. Quién diría, esto te trajo serios problemas y no pocas calumnias de tus adversarios, por lo que decides retirarte por un tiempo de la Sede Episcopal. Pero este fue breve, ya que te ves obligado a volver por la presión de tus muchos seguidores. Son numerosos los testimonios de milagros que realizaste en vida. Uno de ellos, bastante curioso, es narrado por el historiador Eusebio, quien cuenta que en una víspera de Pascua, faltando aceite para las lámparas de las iglesias, mandas poner agua en vez de aceite. Pero, con gran sorpresa de todos, el agua se convertía milagrosamente en aceite. De ahora en adelante solo se utilizará agua en todas las lámparas de las Iglesia de tu diócesis. Vaya ahorro!, ¿verdad?
Radio Vaticano
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