Hoy, 27 de octubre, la Iglesia conmemora a la BEATA MARÍA ENCARNACIÓN ROSAL DEL CORAZÓN DE JESS - María Vicenta Rosal Vásquez, nombre de familia - quién falleciera un 24 de Agosto de 1886 en Ecuador, tras caerse del caballo que la transportaba de Tulcán al Santuario de Las Lajas, en Otavalo. Nacida en 1820 en Quetzaltenango, Guatemala, fue reformadora de la Orden Betlehemita, institución fundada por San Pedro de Betancourt, y que estaba bajo la jurisdicción de los padres Betlemitas. En 1997 el Papa Juan Pablo II le dio el honor de los altares. Su cuerpo, trasladado a Pasto, Colombia, se conserva incorrupto luego de 110 años. Es considerada una de las impulsadoras de la formación integral de la mujer y su instituto se encuentra actualmente establecido en 13 países. Unidos, pues, a la familia Betlemita, brindemos nuestro cálido aplauso a la Beata María Encarnación Rosal.
Meditación
"Gracias a mis padres, fervientes cristianos, aprendí el amor a Cristo y hacia mis semejantes, especialmente, a los más pobres. Desde muy joven sentí la llamada del Señor a seguirlo y fiel a este don, decidí ingresar en el Beaterio de Belén de la ciudad de Guatemala. Pero al poco tiempo, me empecé a sentir insatisfecha con la vida del Beaterio y, al mismo tiempo, empecé a sentir un impulso del Espíritu de Dios que me invitaba a realizar una misión especial: renovar la orden betlehemita. Con esta meta, inicié la reforma que pretendía devolver los valores fundamentales de la orden, darle un nuevo impulso dinámico, y salvar el carisma propio que le fuera dado por su fundador. Nombrada priora, escribí las nuevas Constituciones, de acuerdo con el más genuino espíritu betlehemita y, con un grupo de religiosas, fundé un nuevo Beaterio en Quetzaltenango, que dio comienzo a una nueva vida llena de fervor cristiano. Pero, exiliada de Guatemala por el gobierno antirreligioso de Justo Rufino Barrios, me trasladé a Costa Rica para continuar allí mi labor evangelizadora y reformadora de la Orden Betlehemita. Sin embargo, después de algunos años de tranquilidad, aquí también llegó la onda de persecución por lo que nos trasladamos a Colombia y luego a Ecuador, en donde fui acogida y mi institución recibió un gran apoyo, se consolidó y creció rápidamente en vocaciones y fundaciones. Y así, mis ojos conmovidos, pudieron ver cómo la misión especial que Dios me encomendara se iba cristalizando, gracias a su presencia en el día a día de nuestro esfuerzo cotidiano. Beata María Encarnación Rosal, siempre te recordaremos por tu fuerza ante las dificultades, por tu caridad inmensa y por tu humildad auténtica.
Radio Vaticano
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