y en mi corazón sentía dolor,
porque era un necio que no entendía,
¡era ante tí igual que una bestia!
Sin embargo, Señor,
siempre he estado contigo.
Me has tomado de la mano derecha,
me has dirigido con tus consejos
y al final me recibirás con honores
(Salmo 73, 21-24
Señor, tu quitas mis amarguras
y me llenas de alegría.
Hazme sentir en mi trabajo
tu amable compañía
y la sabiduría de tus consejos.
Amén
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