Dios Soñado
Nos vamos arrastrando
penosamente. Mudos. Sobre el Tiempo.
Nos pesa acaso el cuerpo. El barro endurecido.
La gravedad que gira
por sobre el corazón...
Es entonces
cuando a nosotros llegan afiladas
palabras que agudizan nuestra bruma
-porque el temor confunde, pero jamás conmueve-,
palabras que se clavan en las fibras
de la carne vencida.
Palabrasde justicia divina, que se yerguen
implacablementefrente a nosotros.
Derribados. Mínimos.Yo prefiero soñarte más humano
con un trozo de barro
-nuestra carne podrida-entre tus manos
y escuchar tus palabras.
Las tuyas de verdad
-las que a mí me dirías si me tropezaras-:
"Es que acaso, con esto,
puede hacerse otra cosa",
mientras se va posando
la ternura infinita de tus ojos
sobre tanta miseria.
Maria Elvira Lacacci
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