Sunday, November 29, 2015

SEÑALES DE ADVIENTO por Florentino Ulibarri


Mil señales afloran cada día
para quien es vigía de la vida.

El susurro de la brisa,
el murmullo de arroyo;
el batir de las olas en la orilla,
el olor de la tierra arada,
el perfume de las plantas,
las hojas que caen maduras,
el rugido del mar bravío,
el viento huracanado,
el fuego que crepita
y todos los ruidos de la naturaleza...
son señales de un Adviento
que se anuncia y llega.

La luz de la mañana que despierta,
el sol que se levanta,
el agua fresca y cantarina,
los campos que germinan calladamente,
el atardecer que todo lo recoge,
las estrellas que parpadean,
las nubes que van y vienen,
la luna con sus guiños y fases,
los caminos que no desparecen
y el rocío que viste valles y montes...
son señales de un Adviento
que se anuncia y llega.

Niños que gimen y lloran,
padres que vigilan y se levantan,
ancianos que sueñan y sueñan,
jóvenes que viven y cantan,
personas que acarician y aman,
campesinos que esperan tras la jornada,
trabajadores que cuidan y transforman,
emigrantes en busca de la vida,
solidarios llenos de ternura y vista,
profetas de una humanidad nueva...
son señales de un Adviento
que se anuncia y llega.

Gracias, Señor,
y que las señales sigan y sigan.

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

Thursday, November 26, 2015

PAPA FRANCISCO EN AFRICA. IMÁGENES DEL VIAJE Y SU PRESENCIA EN KENYA








































Por el derecho a ser persona por Álvaro Sepúlveda Fms


En noviembre de 1978, cuando Chile estaba en plena dictadura, el Cardenal Silva Henríquez tuvo la valentía de convocar un simposio internacional y encender en la catedral de Santiago un cirio por los Derechos Humanos. Fue un gesto profético, propio de una Iglesia que comprende que la gloria de Dios es la vida digna del hombre y de la mujer. El drama fundacional de Caín y Abel se hizo dramáticamente actual cuando resonaron las potentes voces que entonaban la Cantata por los Derechos Humanos, compuesta por Esteban Gumucio. 

Era un año emblemático porque coincidía el trigésimo aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos (1948) con los quince años de la Mater et Magistra (1963), encíclica con la cual la Iglesia asumió esta nueva perspectiva de la humanidad. Pocos días después del simposio, los medios de comunicación darían a conocer el macabro hallazgo de los hornos de Lonquén, evidencia irrefutable de los crímenes cometidos por el Régimen. Encender un cirio en ese momento era justo, urgente y necesario. 

Los torturados, los detenidos desaparecidos y sus familias, fueron víctimas emblemáticas del horror humano acontecido en Chile, sin embargo, no fueron las únicas. Tal vez el deseo por superar lo vivido, la necesidad compulsiva de imaginar un nuevo Chile (libre, democrático, respetuoso, emprendedor, etc.) impidió ver lo evidente: que las vulneraciones seguían siendo cotidianas porque un gobierno autoritario es apenas el síntoma de una cultura autoritaria. Y una cultura, la forma de relacionarse unos con otros, lo que se valora o desprecia, no es algo que se acabe con un plebiscito. El regreso a la democracia no significó la plena garantía de derechos para todos y todas, aunque lamentablemente sí redujo el ahínco con que se defendieron en las décadas anteriores.  

Pequeños o grandes grupos humanos, por las más variadas (y estúpidas) razones, siguen siendo puestos al margen del respeto, obviados de las decisiones políticas o de las condiciones necesarias para una vida que les permita experimentarse como plenamente “humanos” y como hijos amados por Dios. Entre ellos, debemos contar a los niños, niñas y adolescentes. 

A diferencia de lo que ocurre en el resto de América Latina y del mundo desarrollado, los cuatro millones y medio de personas que tienen menos de 18 años y habitan en Chile, no cuentan con una ley ni un sistema de garantías que vele por sus derechos. Para vergüenza nacional, la última legislación en esta materia está a punto de cumplir cincuenta años: la Ley de Menores de 1967. Reflejo de un paradigma completamente caduco, está más centrada en disciplinar a los “menores” pobres y conflictivos que en garantizar derechos a todos y todas, incluyendo derechos civiles y políticos.   

No pocos arguyen que las condiciones de vida de los niños en Chile son mucho mejores que en otros países, que deberían darse por satisfechos, cumplir con sus deberes y dejar de reclamar. No obstante, la foto de un grupo de niños de clase media baja, donde varios muestran sobrepeso y todos visten el uniforme de una escuela subvencionada (de dudosa calidad…), no es la imagen que mejor grafica a un Estado que garantiza derechos. En el mejor de los casos, podría graficar los efectos del “chorreo” neoliberal”. 

Todavía hay mucho por hacer para que los tomadores de decisiones y la ciudadanía en general entienda que este inmenso grupo de personas son seres humanos con derechos que pueden y deben ejercer. Incluso, todavía genera impacto cuando la prensa informa que la niñez constituye el grupo a quien la pobreza afecta más duramente: mientras que el porcentaje nacional es del 14,4%, en el grupo de 0 a 17 años la pobreza asciende a un 23%. 
Así como los derechos de las mujeres no son derechos más “delicados”, ni los derechos de los indígenas son derechos “folclóricos”, los derechos de niños, niñas y adolescentes NO son derechos “chiquitos”. Son Derechos Humanos. Afirmarlo con claridad implica reconocer que tienen tanto derechos económicos, sociales y culturales como derechos civiles y políticos. 

En países cercanos como Brasil y Argentina, los adolescentes desde los 16 años pueden votar para elegir a sus autoridades; más allá de la crisis de la política, en Chile esto ni siquiera es un tema de discusión. En Bolivia, Perú o México existen instancias locales como las Defensorías o Procuradurías de la niñez que garantizan la respuesta del Estado ante una vulneración; en el proyecto de ley presentado en septiembre por La Moneda nada de esto queda claro. De hecho, repite insistentemente que las garantías a las que se compromete el Estado serán de acuerdo a la “disponibilidad presupuestaria” (casi como decir “en la medida de lo posible”).

En este momento Chile se enfrenta a una posibilidad única: ponerse al día con un tratado internacional que ratificó hace veinticinco años, la Convención de Derechos del Niño. El Ejecutivo se comprometió a presentar una serie de proyectos de ley que armonizarán la legislación y la institucionalidad nacional referida  la infancia: Sistema de garantías de derechos, Defensor del Niño, nuevos Servicios de Protección y de Responsabilidad Penal, reforma a los Tribunales de Familia. En este momento, en el Parlamento se discute una ley marco que, se espera, sirva para instaurar un nuevo trato con la niñez. 

Ante este escenario, los creyentes cristianos, en general, y los católicos, en particular, no podemos tomar una postura ingenua y, mucho menos, servir de trinchera para que sectores reaccionarios y desinformados se parapeten tras los muros de la Iglesia para frenar el avance de la garantía de derechos. Es importante insistir en que los católicos SÍ estamos por contribuir, de manera lúcida, crítica y propositiva, a generar condiciones de vida digna para todas y todos y, en este caso, para los niños, niñas y adolescentes.  

La razón de nuestro compromiso es ser fieles al espíritu profundo del Evangelio de Jesús de Nazaret. El mismo que devuelve a la vida a la hija de Jairo; el que reprende a los discípulos que discriminan a los niños; el que convierte los panes y peces de un muchacho en alimento para miles de personas. Nuestro compromiso siempre ha sido velar por ofrecerles los mejores servicios; también hemos entendido el desafío de protegerlos de lo que los amenaza.  Pero junto con proveerles de lo que necesitan y de protegerlos de los maltratos y abusos, también queremos que sean garantizados sus derechos y libertades civiles y políticas. Que puedan ejercer el derecho que tienen a participar de los hechos. 

Estamos convencidos que la experiencia y la sensibilidad que tienen a sus 14, 15, 16 ó 17 años, es lo que la Iglesia y la sociedad requieren para responder a los grandes retos que enfrentan actualmente. Ellas y ellos tienen un aporte que hacer AHORA, y no sólo cuando sean universitarios o adultos. “Que todo hombre tenga el derecho a ser persona” fue el lema del Simposio de 1978. Tal como hace 37 años, queremos encender nuevamente el cirio de los derechos humanos, esta vez por los niños, niñas y adolescentes. Una vez más renovamos el compromiso
de luchar porque todos ellos tengan el derecho a ser plenamente persona y ser tratado a la altura de su dignidad.

 Álvaro Sepúlveda Fms, Hermano Marista, Profesor y Psicólogo. 
Con olor a oveja
En la ruta de Francisco desde los SS.CC.
SS.CC. CHILE

Laudato si, y Poesía 21. ATENTOS A LA BELLEZA QUE HAY EN EL MUNDO por Nicolás de la Carrera


La mirada de Jesús se detenía, sobre todo, en la original existencia de cada ser humano integrado en un grupo, modelado y bendecido por los fértiles tactos de un paisaje. No se encerró Jesús en cueva de eremita:viajó de aldea a aldea, de corazón a corazón, pregonando la inminencia del Reino. Como nos describe Francisco, vivía el Señor “en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atenciónllena de cariño y asombro”.
Hemos iniciado la aventura de hoy con la delicada estampa de cuatro exóticas palomas apagando la sed. Pero el amante de la creacióndescubre belleza también en lo corriente, milagros en lo pequeño, lo vulgar, lo insignificante. Os confieso que algún televisivo documental de naturaleza me ha acercado más a Dios que rutinarias homilías, convencionales manuales de espiritualidad...

INVITABA A RECONOCER EN LAS
COSAS UN MENSAJE DIVINO

bblanco
papa-francisco995
El Señor podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la hermosura sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en las cosas un mensaje divino«Levantad los ojos y mirad los campos, que ya están listos para la cosecha» (Jn 4,35). «El reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. Es más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se hace un árbol» (Mt 13,31-32). Francisco, Laudato si, 97.


VÁMONOS CONTIGO AL BAILE DE LA VIDA
Inminente la celebración navideña, nos parece oportuno presentar un bello poema que todavía no es villancico, pero tiene mucho de adviento y víspera del más grande regalo del Padre al universo: la entrega de su propio Hijo encarnado en un bebé nazaretano. No solo la humanidad baila ya de júbilo, también la naturaleza ensaya su cortejo de bienvenida, sus vítores de fiesta y canto: los caminos, las aves, los lirios, los trigales, y el agua y el vino... Y los árboles, el sol, los pinares, las rosas... Todos, todos se entrenan para la ronda universal.Todos, Señor, baten palmas, te acompañan polifónicos por los caminos del mundo: “Ha empezado la alegría: / vámonos contigo al baile / de la vida, y que en el mundo / hasta los dolores canten...
En el frontispicio del poema, el autor salesiano de estos versos, Rafael Alfaro, nos ofrece los siguientes versículos del Cantar de los Cantares:“¡La voz de mi amado! Vedle que llega, saltando por los montes, triscando por los collados. Es mi amado como la gacela o el cervatillo.Vedle que está ya detrás de nuestros muros, mirando por las ventanas, atisbando por entre las celosías” (Cant 2, 8-9).

ROMANCE DE LA FUTURA ALEGRÍA
Bienvenido al mundo, Niño:

estábamos esperándote.
Los caminos sueñan cómo
serán tus pies de suaves;
para alegrar tus oídos
ensayando están las aves
y mejor que Salomón
visten los lirios del valle.
El trigo empieza a crecer
con prisa y a preguntarse
si habrá un día suficiente
para saciar toda el hambre.
El agua sueña en ser vino,
el vino sueña en ser sangre
y, por ser palabra tuya,
brinca de júbilo el aire.
Los ciegos guardan sus ojos
sólo para contemplarte,
y sordos estamos todos,
Señor, hasta que nos hables.
Cuando salgas por el campo
se van a empinar los árboles
para verte. Verás cómo
el sol en sus hojas arde,
y hasta cantará el silencio
de los pinos cuando pases.
Ya encargó la primavera
las rosas de sus rosales
igual que las de tus manos:
que reluzcan y que sangren.
No temas, no, que la muerte
está temblando al mirarte,
engañada su guadaña
al ver que el heno renace.
Ha empezado la alegría:
vámonos contigo al baile
de la vida, y que en el mundo
hasta los dolores canten.




INVITABA A RECONOCER EN LAS COSAS UN MENSAJE DIVINO



Acaba de fallecer en Madrid, a sus 92 años, Carlos Bousoño, uno de los más importantes poetas y críticos literarios de nuestro tiempo. Con solo 22 años, publicó en Adonais sus primeros versos, “Subida al amor”.Seleccionamos hoy un sugerente y tierno título, “Cristo en los campos”.Así se dirige Bousoño a Jesús: “Andabas por los campos de Palestina suaves, / mirando largamente crepúsculo y aurora...” Y más adelante: “Largamente mirabas el mundo que Tú hiciste. / Todo lo recordabas, amándolo en tu seno...” Cuando describe el campo, se detiene el poeta en la luz, en las viñas y el trigo, en los lirios, en las aves, la noche y las estrellas... Toda la sinfonía cósmica que arropa y exalta la singular presencia del enviado de Dios, que “hacía Hombre” la esencia del Padre divino. El Creador deviene criatura. La eterna Luz se hace sangre en Jesús, luminosa y fragante primavera.
Para comprender en profundidad la existencial vivencia de Carlos Bousoño en sus escritos, nos parece esclarecedora la Poética que dio a conocer en 1969 en la Antología Religiosa de Leopoldo de Luis: “Creo que toda mi poesía, aún aquella zona de ella más aparentemente lejos de la idea de Dios, se halla traspasada por la emoción de lo trascendente, y en consecuencia, de algún modo, esa poesía podría, sin impropiedad, ser calificada de “religiosa”. Recogiendo este pensamiento, así celebra Francisco Brines, en 1995, la paradoja cordial que conmueve las raíces secretas de la poesía bousoñana: “Estamos ante el poeta incrédulo más hondamente religioso de nuestro tiempo...”

CRISTO EN LOS CAMPOS
En tu cuerpo encerrada, ya eterna y siempre pura,

con la luz de ese bosque y la de esa pradera,
y alta luz de montaña y clara de llanura,
destellaba en tu sangre toda la primavera.

Para esto había lucido el sol dorando el día
durante largos siglos, las viñas madurando
y encerrado en la parra dulcemente crecía
secretamente luego en frutos estallando.

Para ti. Para ti. Para formar el vino
eterno que en tus venas daba brillo a tus ojos
y hacía Hombre la esencia de tu Padre divino,
reclinado mirándote en los ponientes rojos.

Andabas por los campos de Palestina suaves,
mirando largamente crepúsculo y aurora,
campos de trigo llenos de candorosas aves,
horizonte y llanura que cálido el sol dora.

Largamente mirabas el mundo que Tú hiciste.
Todo lo recordabas, amándolo en tu seno,
campos, lirios y pájaros que en lo eterno quisiste
que fuesen en la luz un alto soplo bueno.

Mirabas a los ojos de Juan adolescente.
Mirabas tu profunda infancia en su alegría,
tu inocencia en sus ojos y candorosa frente
que, por ver tu mirada, muchas veces se erguía.

Ya todo esto en tu Padre lo habías contemplado,
y, sin embargo, ahora todo era diferente.
Las aves y los lirios, aquel monte, aquel prado,
Pedro, Juan, noche, estrellas, las tardes, el poniente.

En tu cuerpo encerrada, cálida y suspirante,

manando de la fuente viva que tu alma era,
brotando inacabable, luminosa y fragante,
destellaba en tu sangre toda la primavera.



LAUDATO SI, Y POESÍA
Encíclica del Papa Francisco sobre la ecología

Nicolás de la Carrera
Nido de poesía
RD