La mirada de Jesús se detenía, sobre todo, en la original existencia de cada ser humano integrado en un grupo, modelado y bendecido por los fértiles tactos de un paisaje. No se encerró Jesús en cueva de eremita:viajó de aldea a aldea, de corazón a corazón, pregonando la inminencia del Reino. Como nos describe Francisco, vivía el Señor “en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atenciónllena de cariño y asombro”.
Hemos iniciado la aventura de hoy con la delicada estampa de cuatro exóticas palomas apagando la sed. Pero el amante de la creacióndescubre belleza también en lo corriente, milagros en lo pequeño, lo vulgar, lo insignificante. Os confieso que algún televisivo documental de naturaleza me ha acercado más a Dios que rutinarias homilías, convencionales manuales de espiritualidad...
INVITABA A RECONOCER EN LAS
COSAS UN MENSAJE DIVINO
COSAS UN MENSAJE DIVINO
“El Señor podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la hermosura sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en las cosas un mensaje divino: «Levantad los ojos y mirad los campos, que ya están listos para la cosecha» (Jn 4,35). «El reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. Es más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se hace un árbol» (Mt 13,31-32). Francisco, Laudato si, 97.
VÁMONOS CONTIGO AL BAILE DE LA VIDA
Inminente la celebración navideña, nos parece oportuno presentar un bello poema que todavía no es villancico, pero tiene mucho de adviento y víspera del más grande regalo del Padre al universo: la entrega de su propio Hijo encarnado en un bebé nazaretano. No solo la humanidad baila ya de júbilo, también la naturaleza ensaya su cortejo de bienvenida, sus vítores de fiesta y canto: los caminos, las aves, los lirios, los trigales, y el agua y el vino... Y los árboles, el sol, los pinares, las rosas... Todos, todos se entrenan para la ronda universal.Todos, Señor, baten palmas, te acompañan polifónicos por los caminos del mundo: “Ha empezado la alegría: / vámonos contigo al baile / de la vida, y que en el mundo / hasta los dolores canten...”
En el frontispicio del poema, el autor salesiano de estos versos, Rafael Alfaro, nos ofrece los siguientes versículos del Cantar de los Cantares:“¡La voz de mi amado! Vedle que llega, saltando por los montes, triscando por los collados. Es mi amado como la gacela o el cervatillo.Vedle que está ya detrás de nuestros muros, mirando por las ventanas, atisbando por entre las celosías” (Cant 2, 8-9).
ROMANCE DE LA FUTURA ALEGRÍA
Bienvenido al mundo, Niño:
estábamos esperándote.
Los caminos sueñan cómo
serán tus pies de suaves;
para alegrar tus oídos
ensayando están las aves
y mejor que Salomón
visten los lirios del valle.
El trigo empieza a crecer
con prisa y a preguntarse
si habrá un día suficiente
para saciar toda el hambre.
El agua sueña en ser vino,
el vino sueña en ser sangre
y, por ser palabra tuya,
brinca de júbilo el aire.
Los ciegos guardan sus ojos
sólo para contemplarte,
y sordos estamos todos,
Señor, hasta que nos hables.
Cuando salgas por el campo
se van a empinar los árboles
para verte. Verás cómo
el sol en sus hojas arde,
y hasta cantará el silencio
de los pinos cuando pases.
Ya encargó la primavera
las rosas de sus rosales
igual que las de tus manos:
que reluzcan y que sangren.
No temas, no, que la muerte
está temblando al mirarte,
engañada su guadaña
al ver que el heno renace.
Ha empezado la alegría:
vámonos contigo al baile
de la vida, y que en el mundo
hasta los dolores canten.
INVITABA A RECONOCER EN LAS COSAS UN MENSAJE DIVINO
Acaba de fallecer en Madrid, a sus 92 años, Carlos Bousoño, uno de los más importantes poetas y críticos literarios de nuestro tiempo. Con solo 22 años, publicó en Adonais sus primeros versos, “Subida al amor”.Seleccionamos hoy un sugerente y tierno título, “Cristo en los campos”.Así se dirige Bousoño a Jesús: “Andabas por los campos de Palestina suaves, / mirando largamente crepúsculo y aurora...” Y más adelante: “Largamente mirabas el mundo que Tú hiciste. / Todo lo recordabas, amándolo en tu seno...” Cuando describe el campo, se detiene el poeta en la luz, en las viñas y el trigo, en los lirios, en las aves, la noche y las estrellas... Toda la sinfonía cósmica que arropa y exalta la singular presencia del enviado de Dios, que “hacía Hombre” la esencia del Padre divino. El Creador deviene criatura. La eterna Luz se hace sangre en Jesús, luminosa y fragante primavera.
Para comprender en profundidad la existencial vivencia de Carlos Bousoño en sus escritos, nos parece esclarecedora la Poética que dio a conocer en 1969 en la Antología Religiosa de Leopoldo de Luis: “Creo que toda mi poesía, aún aquella zona de ella más aparentemente lejos de la idea de Dios, se halla traspasada por la emoción de lo trascendente, y en consecuencia, de algún modo, esa poesía podría, sin impropiedad, ser calificada de “religiosa”. Recogiendo este pensamiento, así celebra Francisco Brines, en 1995, la paradoja cordial que conmueve las raíces secretas de la poesía bousoñana: “Estamos ante el poeta incrédulo más hondamente religioso de nuestro tiempo...”
CRISTO EN LOS CAMPOS
En tu cuerpo encerrada, ya eterna y siempre pura,
con la luz de ese bosque y la de esa pradera,
y alta luz de montaña y clara de llanura,
destellaba en tu sangre toda la primavera.
Para esto había lucido el sol dorando el día
durante largos siglos, las viñas madurando
y encerrado en la parra dulcemente crecía
secretamente luego en frutos estallando.
Para ti. Para ti. Para formar el vino
eterno que en tus venas daba brillo a tus ojos
y hacía Hombre la esencia de tu Padre divino,
reclinado mirándote en los ponientes rojos.
Andabas por los campos de Palestina suaves,
mirando largamente crepúsculo y aurora,
campos de trigo llenos de candorosas aves,
horizonte y llanura que cálido el sol dora.
Largamente mirabas el mundo que Tú hiciste.
Todo lo recordabas, amándolo en tu seno,
campos, lirios y pájaros que en lo eterno quisiste
que fuesen en la luz un alto soplo bueno.
Mirabas a los ojos de Juan adolescente.
Mirabas tu profunda infancia en su alegría,
tu inocencia en sus ojos y candorosa frente
que, por ver tu mirada, muchas veces se erguía.
Ya todo esto en tu Padre lo habías contemplado,
y, sin embargo, ahora todo era diferente.
Las aves y los lirios, aquel monte, aquel prado,
Pedro, Juan, noche, estrellas, las tardes, el poniente.
En tu cuerpo encerrada, cálida y suspirante,
manando de la fuente viva que tu alma era,
brotando inacabable, luminosa y fragante,
destellaba en tu sangre toda la primavera.
LAUDATO SI, Y POESÍA
Encíclica del Papa Francisco sobre la ecología
Nicolás de la Carrera
Nido de poesía
RD
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