Charlotte Delbo fue subida a un tren el día 24 de enero de 1945. Un tren imaginario.
Junto con ella iban 230 mujeres, de las cuales sobrevivieron 49.
Algunas incluso murieron aun en Auschwitz luego de la liberación.
A Charlotte la instalaron en la barraca 26, desde allí podía ver con terror la barraca 25 que todas sabían era la antesala de la cámara de gas.
Una vez de regreso a Francia y con una maestría inusitada -sin ser una mujer de letras- Charlotte escribió lo que allí vivió, escuchó, percibió, sufrió.
Sus textos pertenecen a otro universo, al de las flores y los gestos
Sin silenciar el horror en su faceta mas repugnante -como cuando narra como el perro de la Capo muerde el cuello de una camarada frente a todos, dejándola allí en el suelo de hielo frío, muerta- Charlotte es capaz de transportarnos a la tierra de la humanidad, del humano que ama y se deshace en compasión. Nos lleva a un océano cielo de aguas apaciguadas con lo sencillo, lo cotidiano; donde la belleza del día a día grita su verdad, su existencia, su “mírame de frente para que sonrías desde el corazón”.
En Charlotte la esperanza se llama “otro”, “compañera”, “amiga”. La presencia de un alguien a su lado le permitía creer. Creer que algún día la pesadilla terminaría. Sin jamás decir Dios, sin jamás referirse a un Otro desconocido -o conocido-, Charlotte lo refleja, lo llama sin nombre, lo narra sin contarlo.
“Cuando vi eso que vi
sufrir
como vi sufrir
morir
como vi morir
supe que nada
nada era demasiado en esta lucha”
Pedro Pablo Achondo ss.cc.
Reflexiones itinerantes
SS.CC. CHILE
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