Señor Director:
El problema de la seguridad y la paz social nos preocupa y nos importa a todos. Sin embargo, el prejuicio común sobre la delincuencia vincula de manera directa el delito a personas pobres y "antisociales", que habitualmente violentan lo más íntimo de la vida, como la familia y el hogar. Al menos es lo que se desprende de la discusión, de derecha, centro e izquierda, de la agenda corta antidelincuencia y del control preventivo de identidad.
Esta discusión, lamentablemente, mantiene oculto y mudo lo que existe al interior de los altos muros de las cárceles: un Chile cargado de exclusión, de falta de acceso a derechos sociales, educación, trabajo y oportunidades desde el momento de nacer, y que condena solo a un grupo social determinado. El muro es alto y lleno de rejas, para no ver lo que nos debería avergonzar a todos.
Dentro de esos muros están los que han infringido la ley, que nacieron pobres, vivieron pobres y sin duda morirán pobres. Las cárceles son necesarias para no ver lo que nos debería avergonzar, para castigar a los que no alcanzaron a entrar a lo que denominamos sociedad, para mantener sin conflictos un sistema político y económico que favorece a unos pocos, pero a costa del bien de todos.
Para resguardar la conciencia de los que abusan del confesionario, de los que violentan los DD.HH. de los ciudadanos, privados o no privados de libertad, de los servidores públicos que se arrodillan frente al bien particular personal o de unos pocos, de los que nacieron en cuna de oro y delinquen para tener más y más... a todos ellos los mueven la codicia y el deseo insaciable de poder, que termina violentando y arrasando con la vida de todos, pero en particular con los que viven sobreviviendo.
Para esos abusadores no hay cárcel, porque de por medio hay redes, dinero e influencias, contactos, buenos abogados; no hay privación de libertad, porque no son un peligro para el tipo de sociedad que muchos desean mantener.
La cárcel es terrible y no la deseo para nadie. Tampoco justifico la delincuencia, pero si la cárcel existe, que se imponga por la necesidad de una justicia capaz de juzgar a todos y a todas por igual. Espero que la agenda corta antidelincuencia vaya al fondo del problema, y no se contente con un populismo penal que poco aporta al país, que seguirá perdonando a los que más roban, que seguirá escondiendo lo que no queremos ver, y seguirá privilegiando a los que abusando pueden seguir viviendo sin culpa y condena ante los demás.
P. Luis Roblero, sj
Capellán de cárceles
Capellán de cárceles
Carta a El Mercurio
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