“Cuesta mucho encontrar a un Dios que nunca se muestra” (P. Coelho)
1 de noviembre, Solemnidad de Todos los Santos
Mt 5, 1-12a
Estad alegres y contentos, pues vuestra paga en el cielo es abundante
Stefan Zweig (1881-1942) escribió una memorable obra, quizás la más representativa del autor, ‘Momentos estelares de la Humanidad’, de la que él mismo dice “cada uno de estos momentos estelares marca un rumbo durante décadas y siglos”.Catorce miniaturas literarias que, según el novelista austríaco, podemos ver en ellas unos puntos clave de inflexión de la Historia. Un “misterioso taller de Dios”, en palabras de Goethe, donde se hilvana el curso de dicha Historia.
¿Por qué la ausencia en estos relatos de la figura del protagonista de un momento tan estelar que, después de XX siglos, perdura su imagen en los cinco continentes donde más de un tercio de su población se declara seguidora de su doctrina? Siendo Jesús, sin duda, el más destacado entre Todos los Santos que en este domingo celebramos. Particular figura que, como troquel de acuñadores, ha estampado formas ideales de ser -y sobre todo de vivir- humanamente en este mundo.
¿No es el de Jesús, el más notable de los “momentos estelares” escogidos que, resplandecientes e inalterables como estrellas, brillan sobre la noche de lo efímero”, en palabras del propio Zweig? Las bibliotecas, los museos, los auditorios y teatros, las calles de nuestros pueblos y ciudades, nuestra propia persona, quedarían vacíos hoy de significado con su ausencia.
¿Por qué entonces no brilla con la magnitud astral que le corresponde? El cristianismo oficial ha sido y sigue siendo el responsable. La mitificación de Jesús hijo de Dios, segunda persona de la Trinidad, le elevó doctrinalmente a los cielos y le dejó en la noche de lo efímero. La Sociedad se declaró huérfana de tal y tanto desvarío, y prescindió de él en su quehacer humano. Para Spinoza, sólo era un ser humano, aunque excepcional: “El más grande de los filósofos”, dijo un día.
La misión de nuestro tercer milenio y nuestra como cristianos, es recabar su brillo de astro rey, capaz de dar ser y sentido a toda nuestra vida. Capaz de dar de comer a los que sienten hambre en cuerpo y alma, con la colaboración, eso sí, de Felipe y aquel muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos pescados (Jn 6, 1-15). Jesús sigue hoy preguntando a los cristianos: “¿Dónde compraremos pan para que coman ésos?”
En Sal 24, 3 pregunta el Salmista: ¿Quién puede subir al monte del Señor?, ¿quién podrá estar en el recinto sacro? Y en Ap 7, 9, San Juan nos lo precisa: Después vi una multitud enorme, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua. estaban delante del Cordero. La escena se presenta como una Celebración del triunfo de la Humanidad en la Tierra. Como figura señera de la misma, el Cordero. Los ciento cuarenta y cuatro mil marcados con el sello podrían gritarle lo que Don García le gritaba a su amada Jacinta en La verdad sospechosa, de Juan Ruiz de Alarcón (1580-1639):
“que tanto, desde que os ví,en vos transformado estoy,que no conozco el que soyni me acuerdo del que fui”
Y en verdad que motivos había para ello. Paulo Coelho dijo en El Peregrino de Compostela: “Cuesta mucho encontrar a un Dios que nunca se muestra”. Y ahora resulta que la Humanidad entera tiene la oportunidad de verle cara a cara en un Jesús siempre presente en los suyos y sin intermediarios… ¡para siempre! Porque, a decir verdad, el Jesús histórico no nació en Nazareth ni murió en Jerusalén hace más de dos mil años. La figura de Cristo de la fe, de Cristo viviente, -y otro tanto podríamos decir de todas las figuras estelares- se repite y consuma en todo ser que nace y muere cada día.
Somos los sucesores de Jasón que, embarcados en su nave, queremos que el astro rey ilumine el universo y dé calor y luz a nuestra Tierra.
ARGONAUTAS
¿A dónde vas Jasónsi el vellocino de oro llevas dentro?
La Humanidad, en búsquedadeunaeterna quimera:
¡¡Sí misma!!
(EN HIERRO Y EN PALABRAS, Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fe Adulta
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