Un exmisionero denuncia al Papa presuntos abusos sexuales en una poderosa comunidad de clérigos españoles extendida por EE UU, África y Latinoamérica
"Publíquelo". Es la súplica (o, quizás, una orden) de Francisco al teólogo José Manuel Vidal cuando este entrega al Papa un dossier sobre supuestos abusos sexuales en una organización de eclesiásticos y laicos urdida en Barcelona el siglo pasado y extendida ahora por varios países. Se trata de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol y de Maria Madre de la Iglesia (MCSPA, en sus siglas en inglés), que, aparte su faceta religiosa, realiza importantes obras de cooperación y desarrollo en África e Hispanoamérica. Los fundadores, Francisco Andreo García, Albert Salvans Giralt y Pere Cané Gombáu, entre otros, ya fueron investigados por el Vaticano hace una década y castigados, los dos últimos, por el Arzobispado de Barcelona en 1995.
"He sido esclavo laboral y sexual de un grupo de depravados, encubierto por jerarcas de la Iglesia. En los tres años, del 2001 al 2003, que estuve en la misión de Nariokotome, en Kenia, me trataron como una bestia de carga. Éramos unas 30 personas y a la esclavitud laboral se añadía la esclavitud sexual. Nos decían que la vida sexual activa es algo que Dios quiere, y que también quiere que vayamos desnudos porque desnudos nos creó. Ayúdeme, Francisco. Ponga un poco de alivio en mi alma rota. No permita que otros muchachos sigan pasando por este infierno", escribe al Papa una de las supuestas víctimas, que ahora tiene 36 años.
Paulino, víctima de los abusos, ante la torre de la iglesia de los Dominicos en Madrid. / CARLOS ROSILLO
No es la única denuncia ante el Vaticano contra la MCSPA, pero tiene la virtud de estar en manos del Papa. Otras dos anteriores, con confesiones igualmente estremecedoras de un chico y una chica, parecen haberse perdido por el camino. En este nuevo testimonio, Paulino (no quiere que se desvele su nombre) califica a la MCSPA de "perfecta ingeniería del mal" y sugiere que el Vaticano se enfrenta ante un nuevo caso Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo que obtuvo el silencio de incontables jerarcas durante décadas, sin que nadie, tampoco Juan Pablo II, pusiera coto a las fechorías sexuales de aquel fundador. Como entonces, prelados y organismos eclesiásticos hacen oídos sordos, o se justifican afirmando que han dado trámite a las denuncias ante los organismos superiores.
Varias de las personas aludidas en el dossier entregado a Francisco —el sacerdote Andreo, su líder, falleció hacer dos años— han negado con energía las acusaciones, cuando EL PAÍS les hizo llegar este informe. "No hemos visto nunca ese campamento de los horrores que relata Paulino", afirma el sacerdote y médico Pablo Cirujeda. En igual sentido se ha manifestado el obispo de la diócesis que ha dado licencia eclesiástica en Kenia a esta comunidad misionera, Dominick Kimengich. En carta a EL PAÌS, este prelado califica las acusaciones de "muy serias". Añade: "Soy consciente de algunas acusaciones que fueron presentadas a la Congregación para la Doctrina de la Fe y al Consejo Pontificio de Laicos, pero parecen referirse a eventos investigados en 2006".
Paulino recibe al periodista con extrema precaución. Lo que tiene que decir, lo ha escrito en siete folios que ya están en manos de Francisco. Es una declaración seca, notarial, que quema. "Ya solo confío en el Papa. Me duele no haber tenido agallas para denunciar antes. Denunciar es buscarse problemas. Me duele que durante todos estos años en los que no fui capaz de denunciar, han seguido abusando de chicos y chicas. Yo ya no tengo miedo. Eso sí, me han quedado secuelas. Por ejemplo, soy como una piedra. No siento nada. Después de vivir sin norte y a la deriva de Dios, no sientes nada. Ahora, solo busco que lo que me pasó a mí no le siga pasando a otros. Espero que la jerarquía reaccione de una vez. Hay muchos obispos que lo saben. Unos por no complicarse la vida, otros por dinero, el caso es que no hacen nada. Yo mismo se lo conté a un obispo y no me hizo caso. El Dios que le juzgará a él también me juzgará a mí".
Paulino apenas habla. Entrega papeles y calla. "Francisco Andreo montaba orgías con hombres y mujeres, en las que, a veces, participaba activamente y, otras veces, se dedicaba a mirar cómo una misionera fornicaba con dos negros. Cuando quería sexo, Andreo llamaba a un chico a su habitación. El día que me mandó llamar, me acerqué esperando lo peor. Me invitó a café y ordenó que nos dejasen solos. Me mandó desnudarme. Me senté en una silla, pero él me hizo echar en su cama. Comenzó a hablarme de sexo y a preguntarme si no se me levantaba. Después, comenzó a tocarme. Yo tiritaba de miedo. Al verme tan nervioso y que el pene no se inmutaba con sus manejos, me llamó moralista, me insultó, me echó del cuarto. Salí con el alma rota, la escena marcada a fuego en mi memoria".
Al miedo se unía un inteligente lavado de cerebro. "Estás en un desierto, en el extranjero, sin pasaporte, sin papeles, sin dinero. Dependes de ellos para todo y en todo. Eres su esclavo, y encima, maltratado. En ocasiones, de los insultos se pasaba a los golpes. Vivíamos en estado de pánico. Primero, te arrancan de tu familia. Después, te hacen creer que eres un mierda que debes obedecer sin rechistar. El lavado de cerebro es tan profundo, que te sientes incapaz de rebelarte. Por supuesto, la vida religiosa simplemente no existe. Un día, esperé a Francisco Andreo fuera de la capilla para decirle que quería irme de la MCSPA. Pero, como siempre, ni me dejó abrir la boca, comenzó a gritarme de nuevo como un poseso y me dio un bofetón tan fuerte que me tiró al suelo, sin que ninguno de los presentes hiciese nada. El miedo era aún mayor, por el control que ejercían sobre todos nosotros, sin permitirnos que pudiésemos compartir nuestras inquietudes".
"Con el tiempo, te acostumbras a saber lo que piensa el otro sin que lo exprese con palabras. Así, me di cuenta de que un colombiano, Pedro Acosta, estaba sufriendo lo mismo que yo. Los chicos keniatas en cuanto podían se iban, sin decir palabra. Para nosotros, era más complicado escapar, sin dinero y sin papeles. Un día Pedro Acosta y yo vimos el cielo abierto cuando nos dijeron que nos mandaban a Estados Unidos a la ordenación sacerdotal de otro compañero, Ricardo Martín. Llegamos el 18 de mayo de 2003. Al día siguiente, nos escapamos. Salimos de casa con la excusa de que teníamos que renovar el carné de conducir. Nunca volvimos. Cogimos un autobús a Milwaukee y después el tren a Nueva Cork, muertos de miedo. Llegamos a casa de otros que también se habían salido, con una mochila vacía, sin documentos para poder trabajar y 75 dólares en el bolsillo. A empezar una nueva vida, lejos de la pesadilla, pero sin poder librarte totalmente de ella. Te persigue toda la vida. Primero, porque te amenazan, para que no hables. Y segundo, porque callas por miedo y por no volver a recordar aquel infierno. Pero esa cobardía te mata por dentro, porque sabes que siguen engañando y abusando de jóvenes. Cada vez se extienden más. Hoy están presentes no sólo en Racine y en Nariokotome, sino también en México, en Cochabamba, en República Dominicana, en Bogotá y en Etiopía".
Francisco Andreo, el fundador de la MCSPA, conversa con un pescador en una de sus misiones en Kenia. / EL PAÍS
Liderada por Francisco Andreo, la MCSPA surgió entre sospechas por el origen de sus principales impulsores, entonces (años noventa del siglo pasado) jóvenes sacerdotes o alumnos del seminario para vocaciones tardías Casa de Santiago de Barcelona. El arzobispado local ya investigó entonces a Andreo, Salvans y Cané, después de ser denunciados ante la Fiscalía acusados de corrupción de menores y estupro (diligencias previas nº 2083/95 del Juzgado de Instrucción 21 de Barcelona). La denuncia también pedía que se procesase por encubridores y coacciones al arzobispo de Barcelona, cardenal Narcís Jubany, que ya estaba jubilado; a su sustituto, el también cardenal Ricard Maria Carles, y a tres de sus obispos auxiliares. El caso llegó en 1995 al Parlamento de Cataluña en forma de interpelación. "Ya habíamos tenido noticia de que algo feo pasaba", se justificó también un portavoz de la Generalitat.
Presiones políticas y el prestigio de Jubany lograron el archivo del caso penal (por prescripción) y del expediente eclesiástico, pero no acallaron el escándalo originado por "la mayor red clerical de corrupción de menores que ha existido en España" (así decía la denuncia). Pese a todo, los denunciados, se dijo entonces, recibieron un escarmiento: no serían ordenados sacerdotes.
La realidad es que Andreo, que ya era sacerdote y no recibió sanción, desapareció de Barcelona para crear y liderar con mano de hierro la MCSPA, con Salvans y Cané como principales soportes en África y EEUU, los dos como sacerdotes pese a que el Arzobispado de Barcelona había actuado canónicamente contra ellos "reduciéndolos al estado laical". Así lo ha asegurado el citado arzobispado, a petición de EL PAÌS: "Se actuó canónicamente reduciendo a Alberto Salvans y Pere Cané al estado laical desde su orden de diáconos. Salvans y Cané desaparecieron de la presencia diocesana en la década de los ochenta, apareciendo posteriormente en otras diócesis de Inglaterra y de USA donde supuestamente permanecen sin ninguna vinculación a esta archidiócesis".
De Francisco Andreo, el líder, ni una palabra. El arzobispado añade, todavía: "Todas las diligencias realizadas en los años ochenta se hicieron con profundo rigor y fueron acometidas por el cardenal Narcís Jubany y posteriormente por el cardenal Ricard Maria Carles, aplicando las sanciones adecuadas al caso. El doce de septiembre de 2014, y a petición del Vaticano, se remitió inmediatamente la información solicitada del antiguo proceso, así como las sanciones efectuadas en su momento".
Documentos aportados por Pere Cané, consultado por EL PAÍS, desdicen esta versión del arzobispado. El entonces diácono no fue reducido al laicado. Por el contrario, se ordenó sacerdote con la preceptiva transferencia de antecedentes (incardinación y excardinación en términos canónicos) desde Barcelona a la archidiócesis de Milwaukee (EEUU), mediante un solemne cruce de notificaciones entre ambas instituciones, fechadas el uno de abril de 1993 (decreto de incardinación), y 55 días más tarde "la letra de excardinación", ambos documentos por orden o la firma de los respectivos arzobispos. EL PAÍS ha cotejado los escritos. No ofrecen duda.
Francisco y Vidal hojean el libro con los artículos del Papa y, después, el dossier MCSPA. / EL PAÍS
Francisco Andreo (Sotana. Murcia. 6 de julio de 1941 - Torkana. Kenia, 15 de febrero de 2013) falleció a los 71 años de cáncer de próstata. Antes, en 2008, la MCSPA se había roto en dos pedazos con estrépito y pierde sus sedes americanas quedando reducida a misiones en África, con Salvans como cabeza, mientras Cané, el hombre de Milwaukee, lidera junto a otros 27 misioneros y misioneras la creación de la Comunidad San Pablo (CSP), con sede en Racine, Wisconsin, radicalmente alejados de sus antiguos compañeros de misión.
Para entonces, la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol y de María Madre de la Iglesia ya contaba con la aprobación de las diócesis de Lodward (Kenia) y Milwaukee. Producida la ruptura, la nueva organización de Cané, la CSP, recibió enseguida el aval canónico de quien era entonces pontífice de la archidiócesis, el actual cardenal Timothy Dolan, actual arzobispo de Nueva Cork y presidente de la Conferencia Episcopal de EEUU.
La ruptura del grupo fue todo menos amistosa, reconoce Cané, ahora en proceso de secularización. Lo ha comprobado la semana pasada EL PAÌS, en sendas reuniones, primero con cuatro misioneros (tres mujeres y un varón) venidos desde Kenia a Madrid; después, con cuatro dirigentes de la CSP americana, las dos en despachos de abogados en el Paseo de la Castellana, números 114 y 164, respectivamente.
investigacion@elpais.es
Al Papa se le hiela la alegría
JUAN G. BEDOYA
Es temprano en la mañana del día 15 del pasado septiembre y todo sucede en la capilla del edificio de Santa Marta, en el corazón del Vaticano, donde Francisco dice misa de siete ante una veintena de personas. Se ha desprendido de la casulla en la sacristía y ha regresado para hablar con cada uno de los asistentes a la ceremonia, cuidadosamente seleccionados. Un fotógrafo del servicio de noticias del Vaticano dispara la cámara mientras el Papa se entretiene unos instantes con cada feligrés de ocasión.
Cada saludo tiene su afán y se ve cómo Francisco escucha, sonríe, consuela, besa y bendice con timidez. Con el español José Manuel Vidal ríe mientras ojea un libro que recoge los textos del Papa publicados en el periódico Religión Digital del que Vidal es fundador y director) cuando Francisco era cardenal de Buenos Aires. De pronto, en las fotografías colgadas en la Red se aprecia cómo la sonrisa del Papa se hiela, demudado mientras su interlocutor le hojea otro dossier. Lo que tiene ante los ojos es un supuesto caso de abusos sexuales entre eclesiásticos que —le dice Vidal— debería estar sobre la mesa del Papa. Así lo han presumido desde España quienes conocen el caso y deberían atajarlo, le explica. Y el papa Francisco, una y otra vez: “Publíquelo, publíquelo”.
"Que cada palo aguante su vela"
Paulino no está solo en este combate contra los abusos sexuales entre eclesiásticos. Lo arropa un cura alcarreño, Fidel Blasco Canalejas. Sacerdote desde 1984, Blasco (Alhóndiga. Guadalajara, 1959) estudió en Roma y sabe manejarse entre los altos despachos. Como suele decirse, ha removido Roma con Santiago para depositar donde más debe doler estas denuncias, y año tras año escribió decenas de cartas a cardenales y obispos reclamando respuestas. Sin éxito. Ahora vive esperanzado. Por fin, el dossier está en manos de Francisco. “Que cada palo aguante su vela”, confiesa, convencido de que algunos prelados no van a reaccionar con entusiasmo. “Por qué tanto miedo a la verdad, por qué tanto tiempo sin poner remedio al sufrimiento de tanta gente”, se lamenta. Blasco, por cierto, no es un clérigo cualquiera entre los sacerdotes españoles. De vuelta de Roma ha sido en su diócesis, Sigüenza-Guadalajara, delegado episcopal de catequesis y rector del seminario menor, entre otros altos cargos. Ahora es párroco de una importante iglesia de Guadalajara y profesor en la Universidad de Alcalá.
Cardenal Rylko: "Hay que actuar inmediatamente"
El dossier MCSPA entregado al Papa con la denuncia de Paulino, y otros dos con declaraciones igualmente estremecedoras de un chico y una chica, están sobre la mesa de importantes jerarcas del Vaticano, entre otros la del prefecto del Pontificio Consejo para los Laicos, cardenal Stanislaw Rylko. “Los hechos son de tal gravedad que la autoridad eclesiástica competente debe actuar inmediatamente”, ha prometido Rylko, en carta que obra en el dossier entregado a Francisco. También ha recibido copia la Pontificia Congregación para la Doctrina de la Fe y la secretaría de Estado de la Santa Sede. En España, han sido informados, a veces con reiteración, el cardenal arzobispo de Barcelona, el nuncio del Vaticano y prelados de la Conferencia Episcopal.
El País
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