Hoy, 9 de octubre, la Iglesia conmemora el nacimiento para el cielo de SAN LUIS BELTRAN, quien descansara en el Señor en un día como hoy del año 1581, en Valencia, España. Nacido en el año 1525 en esta misma ciudad, fue sacerdote misionero y Prior de la orden de los Dominicos. En 1671 el Papa Clemente X, le dio el honor de los altares declarándolo Santo. Los frutos maravillosos y perdurables de su apostolado, le hicieron merecedor del título de apóstol de Sudamérica y patrono de Colombia.
Hoy también la iglesia conmemora el nacimiento para el cielo de SAN HÉCTOR VALDIVIESO SEZ, (Benito de Jesús, nombre de religión), quien muriera santamente en un día como hoy del año 1934, en Teruel, España. Nacido en el año 1910, en Buenos Aires, Argentina, fue religioso de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. En el año 1999, el Papa Juan Pablo II, lo inscribió en el libro de los santos. Unidos, pues, a las Iglesia de España y América Latina, brindemos nuestro vivo aplauso a San Héctor Valdivieso Sáez y a San Luis Beltrán.
Meditación
Meditación
QUERIDO SAN LUIS: con tu rostro flaco y tus manos largas, te vemos un buen día, siendo aun adolescente, escaparte de la casa paterna y peregrinar hasta la tumba del Apóstol Santiago. Allí te confirmas en abrazar la vida religiosa y entrar a la Orden de Santo Domingo. Años más tarde, sucede un hecho que cambia tu vida: conoces a un indio que los descubridores de América habían llevado a España, quien te cuenta cómo vivían los aborígenes allí. Eso te impulsa a partir hacia el Nuevo Mundo. La empresa era muy riesgosa, por los tantos peligros, sin embargo, tu lanzas a la aventura. Llegado, por fin, a las costas del Caribe de Colombia, te consagras al servicio de los indígenas. No sabías hablar sino el español, pero en poco tiempo aprendes a comunicarte con los indígenas de manera tan admirable que nadie se explicaba cómo lo habías logrado. Conviertes a la fe cristiana a miles de indios, 15.000 según tus registros, desde Panamá hasta el Golfo de Urabá. Pero, no sólo predicaste y derramaste el agua bautismal, sino que te convertiste en un verdadero defensor de los aborígenes, protegiéndolos de las muchas injusticias y atropellos que cometían los encomenderos. Cuando regresas a España, la muerte te sorprende cuando dibujaban tus recuerdos a los queridos rostros de los indígenas Colombianos...
Radio Vaticano
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