Estamos en una sociedad muy resultadista. Nos miramos unos a otros con la intención de valorar los resultados y así poder decir si somos mejores o peores. Son los resultados los que determinan el devenir, el futuro y la permanencia.
Llevamos semanas escuchando que, quizá, Julen Lopetegui no seguiría mucho más tiempo en el Real Madrid. Los resultados no estaban siendo buenos. Ya el domingo pasado la derrota ante el eterno rival, el F.C. Barcelona, hizo que la espada de Damocles se acercase más a la cabeza del entrenador vaticinando un final muy poco feliz. Hasta que cayó. La espada. Y el entrenador.
Me pregunto, a raíz de este caso, cómo valoramos nosotros las cosas. Desde dónde enfocamos nuestra capacidad de juzgar lo que hacemos nosotros y lo que hacen los demás. Me pregunto si nosotros también somos presas de los resultados, de la numerología, y necesitamos llenar nuestros proyectos y pastorales de gente porque eso será lo determinante para un buen juicio. O si por el contrario, buscamos la calidad, profundidad y vinculación de los participantes sin estar tan pendientes de romper estadísticas.
No es fácil salir de la cadena de mercado que nos envuelve. Los números son los números y la espada de Damocles no tiene piedad ni misericordia. Hoy es Julen Lopetegui pero mañana podemos ser cualquiera de nosotros los que recibamos el golpe certero que cercene nuestras aspiraciones o deseos. Pero, ¿es eso lo que queremos?, ¿es así como queremos vivir?
En el mundo del fútbol, al igual que en otras facetas de la vida, se necesita ganar para poder estar 'en el candelero'. La victoria es la reina que todo el mundo quiere conquistar, pero ¿a qué precio?, ¿dónde están los límites? Las pasiones que acompañan a este deporte invitan, en multitud de ocasiones, a tomar decisiones que no siempre son racionales. Pero, ¿ocurre así también en nuestras vidas? ¿nos dejamos llevar por la pasión y nos olvidamos de lo vivido?
La espada de Damocles estará siempre sobre nuestras cabezas. Imagino que el, hasta el lunes, entrenador del Real Madrid, sufrió durante bastantes jornadas la incertidumbre de su permanencia mientras los medios de comunicación jugaban y balanceaban la espada con el fin de ver si caía o no.
Aunque no podemos vivir de la mediocridad y, en muchas ocasiones hay que tomar decisiones con gran valentía, me sigo preguntando si el único criterio de valor que determine nuestras vidas debe ser el resultado para tener éxito, los números que rompan estadísticas o por el contrario miramos con más profundidad los procesos y trabajos desde otras perspectivas.
Javier Bailén sj
pastoralsj
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