Friday, September 14, 2007

1. MENOS JUICIO

«Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora."» (Lc 7)

A veces se me va la vida interpretando, etiquetando, opinando…
Tengo que tener una palabra para todo, una palabra definitiva, diferente, especial.
Me descubro calificando a las personas, con adjetivos más o menos adecuados (y no siempre benévolos).
Puedo ser a la vez fiscal y juez, y a menudo sin necesitar pruebas.
Describo las situaciones, diserto sobre nuestra sociedad y no tengo empacho en catalogar al personal –todos encajamos bien en alguna categoría.
Y ojo, que como es importante tener cierta capacidad crítica (y si no estamos perdidos), pues es difícil salir de esta dinámica.
Rápidamente inventario al personal por secciones: tibios, brillantes, frívolos, geniales, intensos, vagos, serenos o raros… y así hasta el infinito.

¿Me funcionan mucho las etiquetas?
¿Me doy cuenta de que el juicio de Dios está hecho de misericordia, y que siempre salva a la persona?

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