Ricci introdujo la cultura de occidente a la China en el siglo 16. Pero su originalísimo espíritu misionero es todavía hoy de gran actualidad, no sólo en la China sino también en nuestro medio.
El procuraba el dialogo cultural, vistiendo a la usanza de la época, manejando el idioma, se relacionaba con los “literati” y con la ayuda de sus amigos viajó a Pekín donde presentó al emperador un icono de la virgen María, una Biblia, un reloj y un mapamundi, entre otros regalos. Luego se le permitió vivir en Beijing. Su paso a esta ciudad simbolizó la entrada de la cultura occidental y el comienzo de la aceptación del Cristianismo. Su figura marca un antes y un después en las relaciones del Cristianismo con la China.
Ante nuestra cultura cada vez más alejada de Dios, merecería un estudio profundo las cosas que hizo Ricci y lo que no hizo, los pequeños pasos que dio para introducir la Fe Cristiana a la China. Su ejemplo nos dice mucho. Otros no siguieron sus ejemplos y atrasaron la evangelización durante siglos. Pero la acertada obra de Ricci permitió en reingreso del Cristianismo a la China, siglos después. Actualmente, se están recuperando los vitrales de la Iglesia de la Compañía en Shanghai.
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