(El hijo pródigo) se levantó, pues, y se fue donde su padre. Estaba aún lejos, cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó. Entonces el hijo le habló: «Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo». Pero el padre dijo a sus servidores: «¡Rápido! Traigan el mejor vestido y pónganselo. Colóquenle un anillo en el dedo y traigan calzado para sus pies. Traigan el ternero gordo y mátenlo; comamos y hagamos fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado». Y comenzaron la fiesta.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
En este momento es cuando mi oración comienza: el padre (la imágen de Dios más utilizada por Jesús), no está sentado en su casa quejándose de su error al haber financiado las locuras de su hijo menor, sino que está de pie en la entrada, mirando hacia el camino por donde su hijo puede volver; luego corriendo para abrazarlo y callando su arrepentimiento, ordenando una fiesta para celebrar su gran alegría.
De Espacio Sagrado
No comments:
Post a Comment