Los doctores que asistieron al fallecido Juan Pablo II en sus últimos días nunca suspendieron el tratamiento médico y el pontífice nunca les pidió que lo hicieran, afirmó su médico personal. Los partidarios de la eutanasia en Italia han señalado que Juan Pablo II se negó a ser conectado a equipos de ayuda, como un respirador artificial o a sondas para ser alimentado, porque quería que se le permitiese morir.
La Iglesia Católica prohíbe la eutanasia, un tema que en los últimos meses ha sido el centro de un acalorado debate en Italia.
Sin embargo, el catecismo de la iglesia afirma que los procedimientos médicos que son "agobiantes, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados al resultado esperado" pueden interrumpirse con el permiso del paciente o de su familia.
Renato Buzzonetti, médico del fallecido Papa Juan Pablo II, dijo que las últimas palabras conocidas del pontífice, "Déjenme ir a la casa del padre", no deberían ser interpretadas como su hubiera pedido a los médicos que dejaran de tratarlo.
"La frase fue un acto máximo de oración (...) un ejemplo casi único del apego a su fe en el señor y al mismo tiempo, a la vida, que Juan Pablo II amó profundamente hasta el último momento", sostuvo Buzzonetti en una entrevista con el diario La Repubblica.
"No es verdad que el tratamiento médico del Santo Padre fuera interrumpido", aseveró Buzzonetti, que fue médico del fallecido pontífice durante casi 27 años.
"Nunca se le dejó solo, sin monitoreo y asistencia, tal como lo sugieren equivocadamente algunas personas", indicó.
Buzzonetti recordó los últimos días del Papa antes de su muerte el 2 de abril del 2005. Los detalles ya se habían hecho públicos por el Vaticano y también fueron divulgados en un libro escrito por Buzzonetti y otros colaboradores.
El Papa fue hospitalizado por dos períodos en febrero y marzo del 2005. Durante su segundo ingreso fue sometido a una traqueotomía y se le colocó una sonda en la garganta para ayudarle a respirar.
Fuente: El Periodista Digital
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