Dios de la gratuidad

¡Hay tantas cosas por las que dar gracias a Dios! ¡Hemos recibido tanto! Cada día doy gracias por lo que he recibido en mi persona y por todo lo que recibo diariamente de parte de los otros. A veces no somos capaces de darnos cuenta de toda la belleza que contiene nuestra vida y del regalo que podemos ser para los demás. Es curioso, pero nos fijamos más rápidamente en los aspectos negativos que no en lo bueno que somos capaces de llegar a ofrecer.

Dios se nos da por completo, se ofrece a Él mismo para llenar nuestra vida, para darnos lo que cada uno de nosotros necesitamos en cada momento. Se hace presente y ocupa esos vacíos que no sabemos llenar. Nuestro Dios, es el Dios de la gratuidad porque ni tan siquiera espera nada a cambio. Entra en nuestra vida porque nos ama y por eso nos regala la libertad. Cuando amamos, vivimos la experiencia de esa gratuidad, que sin querer realizar ningún “trueque”, uno no deja de soñar lo mejor para el otro, precisamente por el amor que nos puede unir con la otra persona.

Nosotros también podemos llegar a ser partícipes de esa gratuidad de Dios. Cuando damos lo mejor de nosotros mismos es porque antes lo hemos recibido, porque antes lo hemos aprendido, y aprendido de Aquél que da el cien por cien de sí. Es en los gestos sencillos que comenzamos a llenar el papel en blanco, en la sonrisa para con el otro, en un apretón de manos, en un guiño o una caricia, la disponibilidad para ayudar al otro… son muestras de algo grande, son manifestación del amor que poseemos y podemos llegar a compartir. Ayudémonos a soñar y a darnos los unos a los otros para que juntos podamos llenar esa hoja en blanco que depende de cada uno.

Texto: Hna. Conchi García.

Del blog "Mi vocación"

Periodista Digital