Este es un espacio para alimentar y vitalizar la dimensión espiritual y humana de las personas comprometidas con la construcción de una sociedad más humana, justa y solidaria.
Todos somos peregrinos.
"sal de tu tierra, de tu casa y vete a la tierra que yo te mostraré; haré de tí una gran nación y te bendeciré."
(Gén. 12, 1 ss)
Habiendo entrado Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: ‘Ve’, y va; al otro: ‘Ven’, y viene; a mi criado: ‘Haz esto’, y lo hace».
Al oír esto, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».
¿Porque yo lo valgo?
No es mi dignidad la condición de tu entrega. Tú no te me das porque yo lo valga. Tu sacrificio no es consecuencia de mis modos y virtudes. Tu amor es primero. Tu lealtad, previa. No esperas a que te merezca para partirte y darme Tu vida.
Si presumo de méritos, recuérdame las sombras. Si alardeo de cumplimientos, señala Tú las huellas de mi barro. Si paseo, ufano, reclamando un pago por los servicios prestados, confronta mi arrogancia. No, Señor, yo no soy digno. Lo eres Tú.
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