Jesús estaba a punto de partir, cuando un hombre corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le contestó: «Maestro, todo eso lo he practicado desde muy joven». Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: «Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme». Al oír esto se desanimó totalmente, pues era un hombre muy rico, y se fue triste. Entonces Jesús paseó su mirada sobre sus discípulos y les dijo: «¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!»
¿Qué me estás diciendo Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Este es un encuentro para disfrutarlo. He aquí una persona d emuy buena voluntad, deseando profundizar su vida espiritual. Está feliz de tener la oportunidad de decir a Jesús que él ha cumplido con los mandamientos. Jesús lo ama por eso, y lo invita a dar el próximo paso: no cumpliendo más mandamientos, sino que siguiéndolo a Él, con todos los riesgos que eso significaba.
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