Leyendo un artículo de mi compañero bloguero, Eduardo Gil de Muro, he vuelto a pensar que el cristianismo tenía muchos problemas con el cuerpo. Se trataba de la festividad de Santa Teresa y venía encabezado por una preciosa foto de un cuadro de Isabel Guerra en el que aparece una mujer joven moribunda en manos de una novicia. La juventud de la profesa me hizo pensar que se trataba de Santa Teresita ya que la de Avila tenía muchos años cuando falleció. Una vida a la que no ahorró sacrificios ni esfuerzos y que no gozaba de buena salud con lo que el retrato de la pintora, de ser ella, no tendría nada que ver con la realidad.
Lo mismo pasa con los pasos de Semana Santa en los que María, madre de un hijo de 33 años, aparece como una joven bellísima y fulgurante cuando estaría cerca de los 50 años que para su época era una mujer muy mayor. Tampoco entiendo el interés en la vida de los santos porque aparezca su cuerpo incorrupto ya que me imagino que ese estado depende de las condiciones de humedad y estado del enterramiento.
Estas actitudes resultan curiosas en un credo que renegó del cuerpo durante siglos convirtiéndole en la cárcel del alma, que tapó a las monjas con todo lo que pudo y que todavía hoy, hay órdenes religiosas en las que no entra una sola crema que evite las llagas por sequía de la piel. No hablo ya de pintura de labios o maquillaje, esas mejoras del cuerpo que son baratas y hacen crecer la autoestima de quién las utiliza.
Si esa ha sido nuestra historia y lo sigue siendo en algunos conventos ¿Por qué convertir en una mujer joven a santa Teresa o a María de Nazaret? Es cierto que la belleza resulta mucho más atractiva que la vejez pero precisamente el cristianismo tendría que ser capaz de pintar rostros serenos y nobles pero… con sus arrugas correspondientes. Lo contrario resulta propaganda de una de esas corporaciones que se anuncian en la televisión y que mediante toda clase de operaciones de estética te devuelven la juventud. Muchas personas invierten un dinero que no tienen porque se ven desvaloradas por la sociedad en la medida que cumplen años. ¿No están nuestros retratos mandando el mismo mensaje?
Isabel Gómez Acebo
Del blog "Cajón de ilusiones"
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