Friday, October 24, 2008

¿En qué mundo vivimos?


Es la primera pregunta que planteamos y que resulta un tanto compleja pero necesaria porque el ser y el vivir del hombre están condicionados al mundo en el que recibe el influjo de su cultura, de las ideologías, de la historia y de la educación recibida. No pretendo un análisis exhaustivo sobre el mundo actual. Me limitaré a unos rasgos como respuestas a estos interrogantes ¿Se parece nuestro mundo a un tren “alocado” por la crisis? ¿Nos encontramos en la aldea global de las mil culturas? ¿Sufrimos la confusión de Babel por las ideologías tan opuestas? ¿Qué orientación recibimos de Juan Pablo II? ¿Es como un fariseo que defiende derechos y practica la injusticia? ¿Vive como esclavo y se cree libre para todo? ¿Se cree un dios que prescinde de Dios? ¿Es posible o imposible el retorno religioso?
¿ES NUESTRO MUNDO COMO UN TREN “ALOCADO”?

Aunque pueda parecer un tópico es un hecho palpable en los últimos decenios del segundo milenio, la crisis en general y la severa crisis de valores éticos que padecemos. No interpreto la crisis en un sentido negativo. La crisis como tal es el cambio o transformación acelerada y profunda que afecta a los criterios, estructuras, las instituciones y personas. La crisis como cambio es positiva, pero la crisis actual es negativa y se parece a un tren lanzado a toda velocidad. Al calificarle de “alocado” aplicamos los significados de la Real Academia Española (RAE): “que tiene cosas de loco o parece loco, que revela poca cordura”. Vamos, que esta como atarantado, aturdido.

Sí, estamos en crisis, palabra que describe un rasgo fundamental de las últimas décadas. Porque lo que antes necesitaba cien años para cambiar, ahora se realiza en diez. Esta crisis social incide en el ser y vivir de los hombres: a unos desorienta por no saber asimilar lo nuevo, a otros confunde por la tentación de abandonar criterios «antiguos pero válidos». A unos y a otros enfrenta en innumerables tensiones y en actitudes de «conservadores» o «progresistas».

Manifestaciones de la crisis. La crisis es universal:

-ecológica: el mayor dominio del hombre sobre la naturaleza lleva el peligro de la destrucción, de atentar contra el equilibrio cósmico;

-económico-social: la escasez de materias primas (una señal es el precio del petróleo) y de los alimentos de base, (especialmente para el Tercer mundo) y la creciente consumición que genera la angustia para el futuro inmediato, de modo especial por el cambio climático;

-estructural: al cambiar las circunstancias, muchas instituciones, nacidas en otras situaciones diferentes, se hacen anacrónicas y urge un cambio profundo;

-humanista: corre peligro el futuro genético de la humanidad. Explosión demográfica en el tercer mundo y el “suicidio demográfico” en algunos países europeos. Para muchos, la situación actual les lleva a preguntarse: ¿vale la pena vivir y trabajar y amar al otro y luchar por la libertad, la justicia y la paz? La droga, el consumismo, retrasan la respuesta, pero no solucionan el problema. Ahí está el aspecto negativo cuando hablamos de crisis de valores: el cambio produce en muchas personas una grave desorientación ética, un descontrol serio en la conducta, una visión desvanecida de la existencia humana y una gran inseguridad a la hora de vivir la fe cristiana.

-y crisis de la trascendencia porque con las estructuras han desaparecido valores fundamentales como son el altruismo y la fidelidad. Todo se relativiza y se ha llegado al eclipse de Dios, a su muerte o a la indiferencia ante su existencia.

Vivimos en el mundo nuevo «de la tercera ola»

Además del cambio universal y acelerado, el mundo de hoy vive intensamente las revoluciones anteriores: la religiosa del siglo XVI, la ideológica del XVIII, la social e industrial del XIX. Desde las últimas décadas del XX, está surgiendo la revolución posindustrial de la llamada «tercera ola» que también afecta a los creyentes. Porque de la sociedad teocrática, que rigió durante siglos bajo la civilización cristiana, se pasó a la sociedad democrática y socialista, terminando en la ciudad secular, en la crisis del marxismo y en los intentos de posmodernidad de suplir a la cultura anterior.

El cambio-crisis se manifiesta en los valores éticos. Porque en el mundo de hoy predomina la sociedad permisiva, la serena amoralidad de quien ha reaccionado pendularmente en las normas sobre el amor, la libertad y el sexo, que rigieron en las generaciones anteriores. Y como veremos en otra ocasión, el hombre protagonista (y víctima) en el mundo nuevo, es un hombre práctico y pragmático, angustiado por las tensiones que sufre. Con más poder que antes, pero más inseguro; dominado por injusticias, pero más sensible al compromiso por la justicia, la libertad y el amor.

Con otros cambios y otras revoluciones.

Completamos el panorama del mundo en el que vivimos. En el campo tecnológico hay que anotar la mecanización, la industrialización, los transportes y de manera especial las comunicaciones con la televisión, internet, ordenadores, teléfonos móviles, páginas wed, blogs... ¡estamos en la era digital!

En el orden social: además de la explosión demográfica y del suicidio demográfico, está el éxodo rural y la huída del Tercer mundo hacia el “paraíso” del mundo primero, aunque sea en “pateras” y jugándose la vida. Están las migraciones y el urbanismo, con la formación de la sociedad de masas. Y así, surge el hombre de la era tecnológica, que valora más los hechos que el pensamiento, la praxis más que la teoría; predomina el presente, aumenta la sensación de poder y la conciencia de los derechos humanos y la sensibilidad comunitaria.

Junto a la revolución física, la astronómica y biológica, está la de las ciencias del comportamiento: la de la psicología y la sociología. Sin embargo, ante tanta revolución, persiste la duda de que la ciencia y la técnica posean la clave de la felicidad. Hoy se palpa más progreso científico, pero más esclavitud y miseria, más suicidio.

Qué responder al interrogante propuesto. Por los datos que anotamos, efectivamente vivimos en una época de cambio intenso que repercute en el ser y en el vivir de las personas. Quizás los jóvenes no caigan en la cuenta porque nacieron en ese tren, pero los mayores de 50 años, los que hemos tenido que bajar de un tren lento y subir al AVE de alta velocidad, sí que nos puede parecer que el mundo, hoy día, está un poco “alocado” con peligro de un descarrilamiento. Urge para todos una terapia-pedagogía para vivir con paz en el tren en el que tenemos que viajar.

No comments: