Sunday, October 19, 2008

La homilía de Betania: SER BUENOS CRISTIANOS Y BUENOS CIUDADANOS

Por Gabriel González del Estal


1.- Una de las frases más conocidas de Jesús de Nazaret es esta que leemos en el relato evangélico de este domingo: pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Más de una vez se ha usado esta frase para defender la total separación entre la autoridad política y la autoridad religiosa. No se refería a esto Jesús de Nazaret cuando dijo esta famosa frase. Si un cristiano dice esta frase en sentido disyuntivo y excluyente, no está usando la frase de Cristo en sentido correcto y verdadero, porque todo cristiano tiene que cumplir al mismo tiempo con sus obligaciones políticas y sus obligaciones religiosas, tanto se trate de la obligación de mandar como de la obligación de obedecer. Las dos partes de la frase están unidas por una “y”, no por una “o”.

Los cristianos tenemos la obligación de ser buenos ciudadanos y buenos cristianos al mismo tiempo, tanto cuando mandamos como cuando obedecemos. Por eso, repito, cuando un cristiano dice esta frase, no debe nunca entender cada una de las dos afirmaciones en sentido excluyente, sino complementario. Debemos respetar la autoridad política legítimamente constituida y, al mismo tiempo, deberemos respetar a la autoridad religiosa correspondiente. Sólo en el caso de que yo encuentre una clara oposición irreconciliable entre lo que me manda la autoridad política y lo que me manda la autoridad religiosa, deberé actuar, en conciencia, sabiendo que hay obligación de obedecer a Dios antes que a los hombres. En cualquier caso, no debemos olvidar que la respuesta de Jesús viene provocada por una pregunta capciosa y de mala voluntad. Los fariseos no preguntan para averiguar la verdad, sino para comprometer a Jesús. Por eso, Jesús, comprendiendo su mala voluntad, les responde indignado: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis?


Probablemente, si los fariseos se hubieran acercado a Jesús con buena voluntad, es decir, con voluntad sincera de aprender, la respuesta de Jesús hubiera sido otra. En nuestras relaciones con Dios y con los hermanos, en nuestras relaciones con las autoridades políticas y con las autoridades religiosas, debemos proceder siempre con buena voluntad, es decir con voluntad de colaborar y de contribuir al bien del individuo y de la sociedad. El bien y la verdad es el objetivo último de todas nuestras acciones. Esto sólo se consigue con la buena voluntad de todos y cada uno de los ciudadanos.



2.- Recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza. Sería maravilloso que San Pablo pudiera decirnos hoy a cada uno de nosotros y a nuestra comunidad parroquial esto que acaba de decir a la primera comunidad cristiana de Tesalónica. Porque, evidentemente, una fe activa, un amor esforzado y una esperanza constante son el fundamento y la base de toda vida cristiana. ¡Son las virtudes teologales!, sobre las que se levanta el edificio espiritual de nuestro diario vivir. Pidamos a Dios esto todos los días y esforcémonos en conseguirlo. Que nuestra fe no decaiga, que nuestro amor aumente un poco más cada día y que no nos falte nunca una esperanza firme y consoladora.



3.- Domund 2008: Como San Pablo, misioneros por vocación. Fue precisamente la fe y la esperanza en el Dios manifestado en Cristo Jesús, y el amor, lo que obligó a San Pablo, apóstol de los gentiles, a ser misionero por vocación. ¡Ay de mí, si no predicara el evangelio!, les decía Pablo a los cristianos de Corinto. Por eso, en este domingo mundial de las misiones, el Papa nos recuerda, con palabras de Pablo VI, que evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. La humanidad, continúa diciéndonos el Papa en su mensaje de este año, necesita ser liberada y redimida. Evangelizamos para liberar, para anunciar vida, para denunciar la muerte, para que el amor de Dios, un amor redentor, pueda llegar a tantos millones de personas necesitadas de liberación. En este año paulino, San Pablo es nuestro modelo. Que cada uno de nosotros nos sintamos llamados, por vocación, a predicar el evangelio de Cristo, un evangelio liberador y redentor, al mundo entero. Y que lo hagamos por medio de un testimonio coherente de Cristo y un radical seguimiento de su evangelio.

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