Thursday, October 23, 2008

La ética se hace carne

19-Octubre-2008 Atrio


El uso de los avances científico-tecnológicos puede ir destinado a favorecer la vida o a destruirla. En este caso, han confluido muchos agentes para intentar que Javier llegue a la vida y dé vida a su hermano, a punto de perderla por una enfermedad cruel. Pero un obispo auxiliar y secretario de la CEE, aplicando la doctrina rigurosa que su Cardenal ha defendido en Roma, ha querido resaltar que una supuesta palabra de Dios impide poner en práctica esta ciencia a favor de la vida. Esta es una de las contestaciones razonadas.


La ética se hace carne

Acento de El País

El bebé Javier Mariscal no debería existir, según la doctrina de la Conferencia Episcopal. Nacido el domingo en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla, con 3 kilos y 400 gramos, Javier es producto de una técnica incompatible con los altos principios abstractos que gustan de manejar los obispos: la selección genética de embriones para salvar a un hermano enfermo. Eso lo convierte, según su piadosa expresión, en un mero “bebé-medicamento”, en poco más que un “instrumento” traído al mundo para servir a dudosos fines de terceros. “Práctica eugenésica”, según la nota divulgada ayer.


El hermano de Javier se llama Andrés, tiene seis años y es víctima de la anemia de Cooley, la más grave talasemia hereditaria conocida. Su mutación genética desbarata la hemoglobina, el distribuidor sanguíneo del oxígeno, y causa crecimiento retardado, agrandamiento del hígado, bazo y corazón, deformación de los huesos y una probable muerte prematura por fallo cardiaco. La única cura es un trasplante de médula, pero encontrar un donante plenamente compatible es muy difícil. En el caso de Andrés, todos los intentos han fallado.


La Ley de Reproducción Asistida de 2006 recogió, con gran aparato de condenas purpuradas, un avance técnico que prometía ayudar a estas familias. Las parejas portadoras de enfermedades hereditarias ya venían usando la fecundación in vitro para analizar sus embriones y elegir uno sano antes de implantarlo en el útero de la mujer. Desde 2006 se les permite elegir un embrión que además de sano sea compatible genéticamente con un hermano enfermo. Éste es el caso exacto del bebé Javier.


Todavía los científicos católicos siguen aduciendo con Kant que “el ser humano es un fin en sí mismo” y deplorando “la carga psicológica de los niños nacidos para salvar vidas”. ¿Se habrán preguntado por la carga psicológica de unos padres que, de atender a esa ética singular, no tendrían más salida que resignarse a ver morir a su hijo? Los padres de Andrés querían tener a Javier. La técnica y la ley lo permiten. Nadie puede creer que exista una cruel divinidad que prohíba tan encomiable y humana decisión a estos padres.


ATRIO

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