Parece casi un misterio que esta Iglesia, concretamente su Jerarquía, que lleva tantos siglos mandando, prohibiendo, amenazando, castigando, incurrieno en contradicciones inexplicables, a veces ocultando la verdad, en otros casos mintiendo o diciendo lo que le conviene, etc, etc, parece mentira - digo - que a estas alturas y con la que está cayendo, el papa y los obispos sigan teniendo la presencia social qude tienen y se impongan ante mucha gente con la eficacia con que se imponen. Se dice ahora que la gran mayoría de los ciudadanos no les hace caso a los obispos. Y que a casi todo el mundo le importa un bledo lo que diga el papa o el prelado de turno.
Todo esto es lo que se dice. Pero yo me sospecho que todo eso no es así. No sé lo que pasa en otros países, por ejemplo en los más avanzados de Europa central. En todo caso, lo que es indudable es que, en España o Italia, en Portugal, Irlanda o el Reino Unido, los discursos y las decisiones del papa y los obispos siguen teniendo una resonancia notable. Más aún, si un cura cualquiera le niega la comunión o el bautizo a una persona o una familia, tenemos noticia de relevancia y luego los interminables comentarios a favor o en contra. Y es que, nos guste o no nos guste, la Iglesia sigue teniendo presencia, influencia y eficacia. Con la Iglesia cuentan los políticos y los que quieren influir en la sociedad, los ricos y los pobres, los de derechos y los de izquierdas. ¿Qué tiene la Iglesia para seguir ejerciendo la influencia que ejerce, a pesar de tantos despropósitos e incluso disparates?
La respuesta está en el poder sobre las conciencias. Porque hay mucha gente (más de la que imaginamos) que necesita la sumisión. El sometimiento al poder que da seguridad es una misteriosa necesidad que muchas personas sienten. Lo que es cieto hasta el extremo de que, como bien se ha dicho "el deseo de sumisión" llega a ser tan determinante que "la obra maestra del poder consiste en hacerse amar" (Pierre Legendre). Este mecanismo es lo que explica cómo es posible que precisamente suele suceder que los papas más integristas y autoritarios son los más amados, los más aplaudidos, los que tienen sus seguidores más entusiastas y apasionados. Como ocurrió con Histler en la Alemania nazi o con Franco en la España embelesada por el Caudillo que la sometió durante 40 años. Además, no olvidemos que la gente que tiene más dinero suele ser la gente más apasionada a favor de la Religión, de lo que manda el papa o prohíbe el obispo. ¿No será que la sumisión religiosa de los más acaudalados es la "moneda de cambio" con la que pretenen asegurarse la felicidad de la "otra" vida, puesto que la de "ésta" la tienen ya garantizada?
José María Castillo
Teología sin censura
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