Sunday, November 15, 2009

Enrique Sánchez González: “La misión, hoy, consiste en enseñar y aprender”


Superior General de los Combonianos


(Texto y fotos: Darío Menor) Los combonianos tienen un nuevo Superior General: Enrique Sánchez González. Mexicano, es así el primer no europeo que se pone al frente de la orden creada por san Daniel Comboni. El P. Sánchez González liderará durante los próximos años esta institución nacida y dedicada a la misión. Para este hombre de 51 años y maneras dulces es, precisamente, la conciencia misionera uno de los pilares que conforman su vida. En Congo, afirma, ha pasado algunos de los años más hermosos, y allí piensa volver cuando termine su mandato. Reconoce que afronta esta nueva etapa con mucha ilusión y está seguro de que en este tiempo será también feliz, “que es lo que todos andamos buscando”.



Tenía usted planes pendientes en Guatemala, desde donde coordinaba la labor de los combonianos en varios países de Centroamérica. ¿No esperaba, pues, el nombramiento en el reciente Capítulo General?

Ha sido una sorpresa total. No creía que pudiera sucederme esto. Fue un Capítulo muy especial, con una gran representatividad de los cuatro continentes en los que estamos presentes y de los grupos combonianos que están emergiendo, como el africano o el latinoamericano. Esta presencia es significativa, ya que en el Capítulo anterior sólo hubo un par de representantes provenientes de África. Ha habido una inquietud grande para seguir las líneas de búsqueda a nivel de la misión y de nuestra identidad como misioneros en este momento del Instituto y del mundo. Esto fue lo que nos preocupó más. La cuestión del equipo de dirección fue secundaria. Primero definimos qué es lo que queríamos hacer y luego pensamos con quién llevarlo a cabo. Creo que el Consejo que ha salido del Capítulo es muy representativo de la realidad del Instituto. Hay un ex provincial de Italia, un padre etíope y un hermano médico. Quedan así recogidas las distintas identidades de nuestro carisma comboniano: la vida misionera vivida dentro del ministerio sacerdotal y la vocación del religioso consagrado, que son los hermanos.


¿Piensa que su nombramiento sigue la tendencia de la Iglesia, que vive un auge en Latinoamérica y África mientras baja en Europa?

Podría ser una lectura, pero visto desde dentro de los combonianos, la situación es diferente. En el Instituto hay una fuerte conciencia de la intuición que Comboni vivió desde sus inicios respecto a la misión. Él consideró siempre la misión una unión de fuerzas. De hecho, gran parte de su trabajo consistió en recorrer Europa para buscar gente que quisiera ir a la misión. Hubo un grupo grande de italianos desde el comienzo, pero también hubo personas de otros muchos países. Incluso Comboni dice en sus escritos que la misión que él ha soñado no puede ser portuguesa, italiana o española; no se identifica con la nacionalidad, sino que debe ser vista como un don del Espíritu, como una gracia y bendición de Dios. Es ése el acento que nosotros ponemos. Que yo sea latinoamericano no creo que sea una respuesta a esta emergencia de nuevas fuerzas dentro de la Iglesia o del propio Instituto, que son, además, un hecho.



¿En qué zonas están consiguiendo nuevas vocaciones?

En cuanto a número total, nos mantenemos bastante estables, nuestra situación es buena. Contamos con una buena cantidad de postulantes que vienen, sobre todo, de África y de América Latina. Luego la ­cifra desciende mucho en Europa, donde hay algunas vocaciones, pero no los números que conocimos en décadas pasadas. Es interesante, sin embargo, que no ha habido ningún año en el que nos hayamos quedado sin ninguna nueva vocación. Italia, por ejemplo, tiene pocos postulantes, pero Polonia o España tienen nuevos grupos, que a su vez son constantes.



¿Cree que el retroceso de la Iglesia en Occidente puede llevarle a convertirse en tierra de misión?

Nos encontramos en un momento de la Historia en el que debemos repensar lo que entendemos por misión. Antes, la idea era la de un grupo que tiene, sabe, puede y ofrece. Ahora vemos que la misión nos lleva a una situación distinta, en la que se da y se recibe, se aprende y se enseña, se cree y se descubre. Se está descubriendo una nueva manera de pensar para hacer descubrir el don de Jesucristo. Hay espacios nuevos que se están abriendo a una concepción distinta de la misión, en la que hay que responder a situaciones en las que no se conoce a Jesucristo.



¿Cuáles van a ser sus líneas básicas durante los próximos seis años al frente de los combonianos?

El Capítulo nos ha marcado el rumbo. Hemos tratado de reflexionar mucho partiendo de un cuestionamiento que nos viene del propio Comboni. Cuando nos pusimos a pensar cómo Comboni aceptó el reto de la misión en África, él partió de la siguiente idea: en este momento, ésta es la hora de Dios para África. Fue entonces cuando se consagró en cuerpo y alma a esta misión. Igual que Comboni hizo un plano para su proyecto misionero, nosotros también hemos tenido que diseñar una estrategia para responder a esta situación en el mundo de hoy. En el Capítulo hemos hablado y escuchado mucho la realidad del mundo donde estamos presentes, a través de los capitulares y de las personas que ellos representan. En los próximos seis años debemos apostar por un trabajo de consolidación de lo que somos como misioneros: nuestra identidad como hombres de Dios a la misión. Otro tema importante es el de la espiritualidad: queremos ser misioneros, pero no de cualquier manera, no queremos que se nos confunda con simples trabajadores sociales. Queremos y buscamos vivir del espíritu del Señor. Respondemos así a lo que Comboni nos pide y reclama cuando dice que debemos aprender a ponernos de rodillas frente al Crucificado.

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